Bogotá, Política, Sexualidad, Gobierno, Justicia, Cultura Fabio Lozano Uribe Bogotá, Política, Sexualidad, Gobierno, Justicia, Cultura Fabio Lozano Uribe

Bogotá lesbiana

No se puede hacer un ponqué sin levadura, o se puede, pero entonces sería imposible llamarlo “ponqué” y tendríamos que recurrir a muchas mentiras para obligar a la gente a reconocerlo como tal y a torcer muchos brazos para obligarla a que se lo coman; cosa que, en un país con hambre, pues, es más fácil.

De igual forma, no se puede hacer la paz sin justicia, o se puede, pero entonces sería imposible llamarla “paz” y tendríamos que recurrir a muchas mentiras para obligar a la gente a reconocerla como tal y a torcer muchos brazos para obligarla a que la disfruten; cosa que, en un país con violencia y corrupción, pues, es más fácil.

Dicen que Bogotá es un microcosmos del resto del país, pero eso es una falacia: aquí podemos vivir en negación de la realidad, sin problema y entrecerrando un poco los ojos, nos podemos sentir como en Edimburgo o Salt Lake City, si queremos. Es lo que, entre otras cosas, la hace vivible -o más vivible que el resto de las capitales del país- y es ese convencimiento de que aquí no está pasando nada. Imposible negar que está llena de atracadores y que amanecen unos cuantos muertos con el cuello cortado o acribillados como costales; o que la red de prostitución infantil es con anuencia de los padres, quienes reciben un roscón relleno de violación y estupro; o que la ciudad está llena de drogadictos que se chutan heroína, que cocinan metanfetaminas, que meten cocaína, que tragan éxtasis y que fuman marihuana, pero no en los parques porque eso evidenciaría algo muy grave y aquí, en la capital de Colombia, los problemas los metemos bajo el asfalto. Por eso inflamos todos los presupuestos de remiendo y mantenimiento de calles, para que en ese vacío quepa toda la podredumbre que, de otro modo, nos llegaría al cogote.

Bogotá es como los bogotanos: hipócrita, siempre abrigada, no es xenófoba pero mira de reojo al forastero, criticona, chismosa y creída; tiene abolengos, nadie sabe que son, pero tiene abolengos, alcurnia y savoir faire. Entre la Avenida de Chile y la Calle 127, entre la Autopista Norte y la Carrera Séptima, Bogotá es un oasis y de la Carrera Séptima para arriba vive lo mejor de nuestra estirpe que ya no se valora por apellidos sino por flujo de capital. Hacinados en Rosales o protegidos por altos muros de contención en Santana sus habitantes son reacios a mostrar la riqueza; porque la riqueza se acumula, no es para goces mundanos, por eso los cachacos de sangre azul parecen estar siempre atragantados y estreñidos. No lo saben, pero lo intuyen: son el reducto de colombianos que, de verdad, se comió el cuento de la paz y duermen más tranquilos porque un Premio Nobel es la prueba reina y contundente de que pasamos de ser animales salvajes a domesticados. Van a Caño Cristales en avión privado y dan gracias a dios por el final de una pesadilla que nunca tuvieron, por el final de una balacera que nunca escucharon y por el final de un conflicto del que nunca hicieron parte. Pero, como cualquier patricio de la antigua Roma o cualquier cruzado medieval, basta un enemigo en común para sacarlos del sopor de sus abullonados cojines y en este momento presente, la amenaza se llama: Claudia López.

Por eso han optado por desarrollar una estrategia bifocular, palabreja que viene del latín “bifos” que quiere decir ataque por dos flancos divididos, en este caso Galán Pachón por un lado y Uribe Turbay por el otro; y del modismo criollo “cular” que quiere decir, que les importa un culo que gane cualquiera de los dos. Lo único importante es frenar el impulso de las izquierdas, so pena de volvernos la próxima Venezuela. Parten de la base, brillante y astuta, solamente utilizada por Hitler y todos los dictadores -o presidentes con ganas de serlo- hasta nuestros días: de que el mensaje sólo tiene que ser difundido hasta la saciedad para volverlo cierto; y lo cierto, paradójicamente, es que tienen razón. Inclusive, ahora, con las redes sociales que parecen proteger la independencia y la privacidad sucede lo mismo, o peor, porque ya no puede uno jugar Pac Man o Marcianitos, mientras se sienta en el baño, sin ver a un joven con una barba que le queda grande, pretendiendo ser su papá y a otro joven, con el ceño fruncido, pretendiendo ser doña Bertha Hernández de Ospina. Dos egos enfrentados que no se van a unir, por la sencilla razón de que, por más que lo oculten, han sido encumbrados por dos fuerzas opuestas: Cambio Radical y el Centro Democrático.

Claudia López divide, entonces, las aguas y pasa por la mitad de ellas llevando todo un pueblo a cuestas, que es, nada más ni nada menos, el sustento de la democracia: hombres y mujeres con piel de frailejón, que sudan, que se trepan a un Transmilenio, que trabajan para pagar más impuestos que Sarmiento Angulo, que luchan, que manejan Uber por necesidad, que aman a Bogotá y saben que la bandera de su candidata es la anticorrupción, que su preferencia sexual es un valor agregado porque se trata de una prueba a nuestra tolerancia, de la cual saldremos airosos porque ya estamos preparados para un cambio cualitativo de esa magnitud. No en vano Lucho Garzón nos quitó la indiferencia; Mockus nos volvió cultos y ciudadanos; Clara López nos devolvió la transparencia y Gustavo Petro nos mostró el lado humano de quienes vivimos, aquí, anclados al altiplano de una cordillera donde los primeros en establecerse -se nos olvida- fueron indios de la cultura precolombina.

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Los Petrificados

Tres circunstancias marcaron las honras fúnebres de Belisario Betancur: El Ave María cantado en arameo, la misma lengua que se hablaba en Caldea cuando nació Jesús; La hábil narrativa con que el expresidente Santos terminó alabándose, a él mismo, haciendo una semblanza del fallecido, en velado paralelo con la suya; y las declaraciones de Agustín Caimán Guarachas, liberal-belisarista -de los poquísimos que quedan- y excandidato a la gobernación de Norte de Santander, quien proclamó, frente a los medios de comunicación, saliendo de la velación en la Academia de la Lengua, la creación de un nuevo partido político. “(…) conservador pero de izquierda, socialista pero de gente culta, de voces indignadas pero a la vez esperanzadas” así dijo y remató su perorata: “Se trata de un partido honesto, como no queda ningún otro en el horizonte político colombiano.”

El comunicado no pasó de ser una nota altisonante y escasa ante el marasmo de información que los noticieros trasmitieron sobre el hijo prójimo de Amagá, quien fuera precursor de los diálogos de paz con los alzados en armas y a quien le tocara, durante su gobierno, lidiar con dos de las tragedias más duras de nuestro país: la Avalancha de Armero y la Toma del Palacio de Justicia. Esta última realizada por el M-19, financiada por los narcotraficantes y la cual, habiendo dejado 98 personas muertas -incluidos 11 magistrados- y 6 personas desaparecidas, fue premiada, cuatro años después, con la amnistía de los integrantes del grupo guerrillero, cómplices de la masacre, quienes se reintegraron a la vida civil y política del país. De ese proceso y una asertiva vida pública, de más de treinta años, al servicio de las necesidades del pueblo, es que se fragua el protagonismo de Gustavo Petro Urrego, cuya discursiva social e inteligente obtuvo más de ocho millones de votos en las pasadas elecciones presidenciales.

Caimán Guarachas descontento por el poco cuidado que mostraron los periódicos, la radio y la televisión con su declaración inicial, redactó un manifiesto, lo publicó en las redes sociales y convocó a un lanzamiento de su recién creado movimiento en la Plaza de Bolívar. Sin hacerse muchas ilusiones, el día señalado se trasladó al lugar desde el mediodía y espero a los manifestantes en las escaleras del Capitolio con un altavoz de pilas, una canasta de cerveza vacía para utilizar como tarima y un sánduche de atún con huevo para contener los bajonazos de azúcar que le daban, sin falta, a las cinco de la tarde. Y para hacer un cuento largo… corto, el sánduche quedó en su envoltura de papel de aluminio, intacto, en el bolsillo de su trajinada chaqueta, porque a las cinco de la tarde la Plaza de Bolívar estaba a reventar, con gente venida de todos los rincones de nuestro territorio y pancartas que gritaban: “Petro ladrón”, “Petro bandido”, “Abajo Petro”, “Petro candidato a la Picota” y otras expresiones de lenguaje irrepetible y recocidos panfletarios. La policía rodeó la plaza para evitar imprevistos, pero la muchedumbre de manera respetuosa bajó el volumen de su clamor, durante el discurso de Caimán Guarachas, que se extendió hasta entrada la noche y que fue vitoreado y festejado como cualquier gol de la Selección Colombia.

Yo estuve esa tarde gloriosa, pero no escuché nada porque el altavoz, comprado en Pepe Ganga y cargado con baterías de segunda mano, no cumplió su cometido de cubrir más de 10 o 15 metros a la redonda. Por lo tanto, como nunca llegaron los periodistas -no se “olieron” la chiva, como dicen- sólo tengo para mis lectores un resumen del manifiesto, realizado por algún entusiasta, fotocopiado en hojas de papel mal cortadas por la mitad y repartidas como volantes, en la esquina de la Casa del Florero. Sin encabezados, ni nada, en letras de molde, dice así: “Petrificados estamos quienes votamos, coyunturalmente, por Gustavo Petro, en las pasadas elecciones presidenciales, convencidos de que hubiera sido el presidente capaz de desmontar el aparato de corrupción del Estado, alimentado desde el Congreso de la República, por senadores y representantes del Centro Democrático y Cambio Radical. Hemos presenciado boquiabiertos y desilusionados el video en que el exguerrillero recibe una gruesa suma de dinero, sobre la cual no ha dado explicación fehaciente alguna. Lo que ya no importa porque, a estas alturas, no se trata de argumentos convincentes; se trata de un lobo con piel de oveja recibiendo, en un ambiente tórrido, con una conversación en tono rastrero y salivando como un depredador frente a su presa, fajos de billetes, en bloque, recién salidos del banco. Los indignados y engañados por quien empuña de frente la “V” de la victoria, con la mano izquierda, mientras hace “pistola” con la derecha, a sus espaldas, hemos decidido emprender las cruzadas que sean necesarias para quemar cuantos rabos de paja sigan mancillando el poder democrático de nuestra amada Colombia.”

Seguir apoyando a Gustavo Petro, como contrapeso a la ignominia de la corrupción, más que una paradoja es una contradicción, más que una contradicción es un peligro. Al creciente grupo que debe mermar, sin duda, el caudal electoral de las izquierdas, ha dado en bien llamarse: Los Petrificados y con ese nombre, en los próximos días, van a crear, de la mano con Agustín Caimán Guarachas, un partido político que sea, de verdad, honesto, transparente y humano.

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Iván Duque: buen mediocampista, mal arquero

El partido apenas comienza, es cierto, pero ya se notan fallas tangibles de estrategia y de física preparación. Lo primero, es que Iván Duque fue elegido Director Técnico del Equipo Colombia y que se ponga los guayos para jugar, así sea el capitán y lleve el número diez a sus espaldas, pues es una muestra de buena voluntad y de trabajo en conjunto, pero estar en el campo, de un lado para otro, le hace perder la perspectiva general del juego. “No importa” pensará él, hay que sudar la camiseta, al unísono con los demás jugadores y no perder de vista el balón; hasta que entienda que está pagando una primiparada muy cara porque no ha metido ningún gol y en contra ya lleva uno y tres autogoles. Lo segundo es que, sobre lo poco en que tiene control, lo ha hecho bien. Es diligente, se levanta temprano, se está tomando muy en serio su entrenamiento, defiende lo indefendible, se pone rodilleras y reemplaza al arquero cuando lo considera necesario, produce iniciativas, nada muy novedoso, pero las produce -no está cruzado de brazos- está recorriendo el país, buscando su sintonía y -bueno o malo- ha estado impasible ante la controversia; el problema es que al campo contrario, al de la oposición, que a veces pareciera jugar de local, no le ha hecho mella alguna. Sus tiros, ni los de sus compañeros, se han acercado al arco adversario; como tampoco han podido evitar la marrullería de la terna arbitral (conformada por las bancadas independientes) en ciernes de cobrarle la más mínima contravención.

Así las cosas, sin tener la experiencia ni las habilidades de un Lionel Messi o un Cristiano Ronaldo, Iván Duque debe jugar en profundidad, dejar la inmediatez de los pases cortos y abrir los espacios que le permitan tener dominio de la cancha. Por querer hacerlo todo ya, para el medio tiempo la falta de aliento va a ser apremiante y las debilidades van a ser aprovechadas por los tres, o cuatro, coequiperos que buscan, con desespero, su propio protagonismo. El fútbol tiene una dinámica maravillosa, Señor Presidente, y es que mientras se metan goles la imagen es lo de menos; se pueden sacrificar sus índices, que a los espectadores -en últimas- no les dicen nada y focalizarse en sumar anotaciones. Es imperativo neutralizar las arremetidas de López, Lozano, Petro y Robledo, principalmente; aleros izquierdos y zurdos que sin tener planteamientos concretos, todavía, sus mínimas acciones producen efervescencia en las tribunas. Valga decir, que sólo en occidental numerada se acusa cierta circunspección; no hay una palpable ovación a los contrincantes; aplauden con timidez el par de tiros libres que se han cobrado, pero se les ve incómodos en sus sillas; como faltos de confianza; como temerosos de que súbitamente cambie la dirección del viento; como que preferirían una lesión que entronizara a su reemplazo, que, con su número once, se ha fogueado más en la delantera. Con todo y que sigue en la banca, Ramírez sabría cómo complacer más a quien oficia de Director Técnico y toma las decisiones, algunas en la sombra y otras a plena luz del día, a las cuales usted, Señor Presidente, no se da por aludido, mientras trata de lucirse con gambetas y chilenitas que aunque vistosas, hasta ahora han sido meramente decorativas.

Después de vencer a los españoles el Equipo Colombia, en dos siglos, ha cambiado varias veces el color del uniforme y la marca de los guayos, pero, en esencia, ha sido dirigido por las mismas personas: familias tradicionales que, desde extremos distintos de la derecha, han propendido por mantener la riqueza entre ellos mismos, por pensar en el bien común en términos de generar trabajo para sus empresas y hacer las suficientes mejoras en la calidad de vida para mantener un estado permanente de “progreso”. Dicho sistema, o alineación estratégica -como para pretender que seguimos hablando de fútbol- bajo el paraguas inmenso y permeable de la democracia, dejó de funcionar. Se pudrió. Se está cayendo a pedazos porque la dirigencia, desde el tronco de sus tres grandes ramas, se chupo la savia: el alimento natural de los principios éticos. Y no es por ponerle más peso en los hombros, Señor Presidente, pero en sus manos está la supremacía de esa tradición a la que tanto apego le tienen los diez millones de colombianos que lo respaldan, de los cuales gran parte son portadores de la purulencia que usted -con las mismas orejeras, o anteojeras, que su mentor le pone a los caballos- no puede ver, se niega a ver o lo que es peor no la percibe porque antes que al país, usted se le debe al prócer que lo subió al pedestal de la gloria.

¿Qué prima, entonces, el agradecimiento a su promotor-mentor-padre putativo o la enjundia de sus genes y su crianza? Si alguien conocía sobre los bemoles de la gloria era su padre, estimado Iván; en la carne propia de El Libertador y el General Santander, entendió sobre los tire y aflojes del poder, pero siempre en defensa de la moral y el bienestar de la patria “por encima de los partidos.” Y, si alguien conoce las responsabilidades de la estirpe es su madre, estimado Iván; a través de ella usted ha heredado la decencia como fundamento de las acciones de las grandes mujeres y de los grandes hombres y debe reclamarla de quienes lo acompañan en su lucha. Don Simón Rodríguez nunca requirió favor alguno de Bolívar; ni se le hubiera ocurrido opacarlo o determinar el curso de su independencia que es la misma nuestra. Piénselo bien Ivancito, salvo su buena voluntad, usted no tiene con qué ganar el partido; es imperativo, de todas maneras, que construya su propio pedestal y se la juegue por lo que prometió: que los veintidós jugadores, la banca, los espectadores y quienes ven con expectativa el partido, se pongan la misma camiseta, rompan las reglas que usted mismo se ha dejado imponer -porque de otra manera no será posible- y procuremos, entre todos, como en una gesta de colombianos descalzos, abrir la trocha y afianzar el terreno que el Equipo Colombia necesita para vencer a su verdadero enemigo: la corrupción.

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La Consulta Anticorrupción debió ser más humana que política

Claudia López, Angélica Lozano, Jorge Robledo, Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Antanas Mockus y Antonio Navarro, entre muchos otros, fueron los promotores de la Consulta Anticorrupción que se cayó por falta de unos quinientos mil votos. No importa, lo más seguro es que redunde en un reconocimiento importante para las bancadas de la oposición y cada vez más, se vayan desatornillando del poder quienes disponen, para sus bolsillos, de las billonarias sumas que nos roban del fisco. Parece, sin embargo, que hubo una falla de estrategia y que se hubiera podido rebasar ampliamente el umbral si la convocatoria hubiera sido más humana que política.

Lo digo porque basados en los resultados de la investigación más importante sobre corrupción que se ha hecho en nuestro país, la de la Universidad Externado de Colombia, lo que, de verdad, nos está carcomiendo por dentro es la corrupción social y no necesariamente la penal, contra la cual hay leyes de sobra que -como sabemos- poco se aplican. El exmagistrado Juan Carlos Henao, rector del Externado e impulsador de la investigación, lo expresó de la siguiente manera: “(…) tiene que haber sanción penal, ¿cierto? Pero más que la sanción penal lo que se perdió fue la sanción social en Colombia, que es mucho más importante. (…) La cultura del ‘vivo’ se reproduce en la corrupción. Porque el corrupto también se ha vuelto alguien exitoso en esta cultura colombiana, que para mí viene mucho de la cultura del mafioso. (…) El enfoque que arroja el estudio, sin perder la parte normativa, es más de atacar la deformación cultural que tenemos los colombianos”. (Entrevista especial para El Tiempo, realizada por María Isabel Rueda)

En ese orden de ideas La Consulta debió ser del siguiente tenor:

VOTO PARA CONSULTA POR UNA CULTURA ANTICORRUPCIÓN

1 - RECUPERACIÓN DE LOS VALORES Y PRINCIPIOS EN LOS QUE SE BASA LA VIDA EN SOCIEDAD DE LAS COLOMBIANAS Y COLOMBIANOS

SI O NO: ¿Aprueba usted que las personas honestas tengan el privilegio de ser quienes se ganen la estima de la comunidad como ejemplo a seguir; que la buena fe sea el cristal con que miramos a los demás; y, que las normas sean vistas como un medio para vivir en armonía y no como medidas que restringen el desarrollo de la personalidad delictiva?

2 - INTEGRACIÓN PARTICIPATIVA CON GRUPOS DE DISTINTOS ORÍGENES, ESTRATOS SOCIALES, CULTURALES Y ECONÓMICOS

SI O NO: ¿Aprueba usted que se realicen jornadas inclusivas en las que cada colombiana y colombiano tenga la oportunidad de compartir experiencias -como comidas, tertulias o actos de solidaridad- con gente más pobre o más rica, de diferentes razas y países, que provengan de comunidades indígenas, de diversas tradiciones, dialectos y modos de vida?

3 - INTERACCIÓN COMUNITARIA CON FAMILIAS Y PERSONAS DE DISTINTAS CREENCIAS RELIGIOSAS, SEXUALES Y POLÍTICAS

SI O NO: ¿Aprueba usted que sus hijas, hijos, esposa, esposo, vecinas, vecinos, conocidas y conocidos interactuen, cada que tengan la oportunidad, con ateos, agnósticos, cristianos, católicos, evangelistas, ortodoxos, mormones, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales, liberales, conservadores, radicales, izquierdistas y partidarios de Uribe, Petro, Fajardo u Ordóñez, por ejemplo?

4 - SEÑALAMIENTO Y DENUNCIA DEL DELITO COMO PROPÓSITO NACIONAL E IMPOSTERGABLE

SI O NO: ¿Aprueba usted que se señale y se denuncie social y policialmente la deshonestidad, sin miramientos de raza, patrimonio o apellidos, a quienes incurran en comportamientos tan mínimos como el robo de un artículo de mercado y tan graves como el enriquecimiento ilícito, la violación de niños, el secuestro y el asesinato?

5 - ERRADICACIÓN DE LA CULTURA MAFIOSA COMO IDEAL DE VIDA

SI O NO: ¿Aprueba usted, como un compromiso familiar y ciudadano, dejar de enaltecer a los ricos cuyo patrimonio ha sido construido por medio del delito; no referirse más a los pablos escobares como símbolos de la colombianidad; y, no mencionar la palabra “verraco” o cualquiera de sus sinónimos como significado de quien sale airoso de una fechoría o un crimen?

6 - SUFICIENTE ILUSTRACIÓN SOBRE LAS DECISIONES Y LOS REPRESENTANTES DE LAS RAMAS DEL PODER PUBLICO

SI O NO: ¿Aprueba usted que recaiga, en los medios de comunicación estatales y privados, la responsabilidad de proveer la información que permita tener conocimientos asertivos, en materia política y electoral, con contenidos serios y fundamentados por investigaciones éticas; para opinar y votar en consecuencia?

7 - EDUCACIÓN DEMOCRÁTICA IMPARTIDA DESDE NIÑAS Y NIÑOS CON USO DE RAZÓN HASTA PERSONAS DE LA TERCERA EDAD

SI O NO: ¿Aprueba usted que se tomen cursos obligatorios de cívica y democracia en la primaria, el bachillerato, la universidad, por los medios de comunicación, las redes sociales y con entrada libre, en los centros educativos y culturales de todos los municipios de nuestro país?

Loable esfuerzo, de todas maneras, el de los proponentes y votantes, cuyos resultados deben ser avalados por la Presidencia de la República independientemente del umbral, pues cada punto sacó más de once millones de votos, con todo y que Iván Duque no tuvo la suficiente vehemencia en su apoyo mediático. Pero el gobierno y todas las colombianas y colombianos debemos tomar cartas en el asunto, sencillamente porque el sentido común lo demanda, para que no quede la impresión de que la corrupción sigue ganando terreno y porque también es una responsabilidad humana la que tenemos de cambiar los paradigmas que estrechen y eliminen los espacios sociales que le hemos dado a la delincuencia.

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El último vendedor ambulante

Le decían Don Zacas y era la persona más famosa de su esquina. Nunca quiso diversificarse e hizo perros calientes hasta que cayó muerto, de un infarto, al día siguiente de elegido Enrique Peñalosa como alcalde de Bogotá, por segunda vez. Echaba las salchichas a hervir, el pan a calentar en un horno del año de Upa y los servía de tres clases: el “con de todo” salsa de tomate, mayonesa, mostaza, piña y papas fritas molidas por encima; el “sencillo” sin piña y el “mexicano” con ají. Se sentaba debajo de un paraguas, de los que regalaba Granahorrar, hace como treinta años y dormía siestas, intermitentes, a lo largo del día; con esa habilidad que tienen los boyacenses de dormir sentados, sin perder noción de lo que sucede alrededor.

Como él, muchos otros vendedores ambulantes, es como si también hubieran muerto ese día porque con la derrota, en las urnas, de las izquierdas que los venían amparando, el futuro de la venta callejera ha quedado, de nuevo, en entredicho; por no decir que en cuidados intensivos, a la espera de las operaciones policivas para devolverlos a sus casas y tener que darse mañas para vivir del polvo, de las pequeñas violencias o de cualquier otro familiar más afortunado. A esa limpieza la llamarán “reubicación” y las esquinas por donde pasan los ricos van a recobrar ese aire desolado e higiénico, que tanto le gusta a los urbanizadores y tecnócratas. No le faltaba razón, entonces, a Don Zacarías Panqueva, natural de Tibasosa, que cuando subieron los andenes para inducir al uso obligado de los parqueaderos, por parte de los usuarios del automóvil, exclamó: “¡Los ricos, ahora cuidan carros; no demoran, también, en vender perros calientes!”

Peñalosa ha diversificado el ámbito de sus amistades, por no decir que el de los contribuyentes a sus campañas políticas. Más de quince años después, no son sólo los que se lucraron -y se siguen lucrando- de los parqueaderos sino, por nombrar algunos, los que están enfilando baterías para quedarse con las esquinas de Bogotá. A saber:

José Elias Boquerón, el lechonero más rico del país tiene diseñados, con la ayuda de expertos en carrocerías para motos, un lote inicial de 500 carritos fritadores de chicharrón, cuyos platos, en forma de cono, irían acompañados de yuca, papa y gaseosa. Sus tres hijos, los herederos del emporio económico que, hoy, incluye producción y distribución de productos agrícolas y derivados del petróleo -llamados, con cariño, por sus subalternos: los Tres Cerditos- están en conversaciones con Ardila Lulle y están buscando una alianza con Aceicol para la consecución de una mezcla especial de margarina líquida que se descomponga menos, ante los altibajos del clima.

Manuel Vicente Marmolejo -hijo de un prominente senador de la costa, ya fallecido- quien ha manejado la franquicia, para Colombia, de Churros & Crisp Incorporated, desde hace más de 20 años importó, de Corea -antes de que a Carlos Mattos lo echaran de la Hyundai- unos vehículos motorizados, del tamaño de un carrito de helado, con capacidad para llevar perecederos congelados, paquetes de fritos, pan y gaseosa. Estas sanducheras, con ruedas, ya están nacionalizadas y la compañía de Marmolejo contrató a la firma de lobbyistas Garmendia, Insignares, Montes y Cadavid para quedarse, en la repartición del botín, con las entradas y salidas de los puentes y vías peatonales de Transmilenio. 

Basten este par de ejemplo, entre bastantes más. Se supo también que un franquiciante anónimo va a traer los Sugar Green Manguitos que están en todos los centros comerciales de La Florida; que Wraps & Go ya tiene inversionistas bogotanos para sus “ventanas rodantes” y lo más preocupante -porque puede causar un problema de seguridad, sin precedentes- se dice en los clubes que la Alcaldía está pensando en arrasar con los sanandresitos, como hizo con San Victorino y hacer parques temáticos con las programadoras que se le midan a convertir sus telenovelas en un parque de diversiones.

Así las cosas, Bogotá perderá lo que le queda de mosaico racial y social, de muestrario de nuestra colombianidad, de nuestra recursividad y gastronomía callejera. La evidencia de nuestra pobreza quedará oculta, en barrios donde a Peñalosa le han robado, incontables veces, la bicicleta y todo será para el bien de unos cuantos políticos que han logrado vender el espejismo de que nuestra ciudad, como la Gran Manzana, aguantaría -¿por qué no?- una sucursal de Disney en el Centro Andino.


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Petro El Grande

“Te llamarán ‘El Grande’ en adelante y tu nombre retumbará, a lo largo de los siglos, por toda la eternidad” le hubieran cantado a Gustavo Petro, al proclamarlo emperador en algún momento más afortunado de la historia de la humanidad. No es para menos: un hombre que se cargó el fusil, al hombro, para luchar por la democracia; que lideró un proceso para amnistiar a los suyos –a quienes lucharon con nobleza– y poder dar la cara desde un frente aún más peligroso: el político; que fue uno de los parlamentarios más destacados del Senado de la República, al que accedió con la tercera votación mayoritaria del país; y, que a cargo de Bogotá, como Alcalde Mayor, ha salido airoso de uno de los retos más difíciles de su vida: el de no dejarse joder por las élites capitalinas; merece que se le compongan muchos himnos y de que se le construya una catedral.

¿Cuáles élites? Aquellas que se mostraron imperturbables –o poco afectadas– con el Alcalde anterior, pese a que se embolsilló, no menos de ciento veinticinco mil millones de pesos ($125.000.000.000.oo) pero que a Petro sí han tratado como a un enemigo público, número uno, por su pobre cuna, tal vez; porque creó una Secretaría para la Mujer, en una ciudad de machos cabríos; porque se preocupó por la atención de LGBTI, con un Centro de Ciudadanía especializado, en una ciudad donde preferimos ocultar esas anomalías; o, porque abrió, al público, centros para la atención de abortos –permitidos por la ley– en una ciudad cristiana y pía como el prepucio del Divino Niño. ¿Quién Sabe? Tal vez, lo odian por ser de la costa, por tener el pelo ondulado o porque usa la gorra terciada a la izquierda; o, porque sus apellidos son Petro Urrego y eso suena feo: a brego, borrego y labriego y lo imaginarán de por allá, del campo, con mugre en las uñas y costumbres indignas del Palacio Liévano.

¡No importa! El caso es que le entorpecieron la gestión, “le debilitaron la debilidad” como diría Perogrullo; al plan de mejoramiento del Sistema Integrado del Transporte Público, esencial para aligerar el flujo vehicular, le atrasaron la entrega de los buses, detuvieron el desmonte de las rutas que no pertenecían al nuevo sistema, retardaron –con excusas técnico-burocráticas la entrega de paraderos y lo más ignominioso: los bancos se pusieron retrecheros con Coobus y Egobus las empresas de los pequeños propietarios ¡claro! poniendo en peligro la infraestructura financiera de toda la operación. Digámoslo, de una vez, quienes mueven los hilos del poder bogotano prefieren mirar al infinito y más allá, con un alcalde permisivo como Samuel Moreno y hasta normal les parecerá que, por hacer lo propio, se quede con su propina. Detestan a Petro de una forma tan visceral, que aunque le dio un golpe importante al hampa poniendo en cintura el porte de armas de fuego, ni siquiera, eso, le reconocieron: los medios de comunicación, apoyados por las encuestas de ellos mismos –que es lo que siempre hacen– salieron a decir la imbecilidad de que sí, que efectivamente los homicidios habían bajado pero no, así, los demás delitos.

Puede que exagere, un poquito; de pronto Petro no tiene la enjundia de los grandes emperadores que nacieron con sus mullidas nalgas en el trono, pero algo tiene de Napoleón o Trajano, que se hicieron de la nada, tuvieron mente revolucionaria y principalmente, soportaron con estoicismo las arremetidas de los más poderosos. ¡O algo de Jesucristo ¿por qué no?! Sin contar las zancadillas que le hicieron de congresista, lo suyo ha sido un viacrucis: trataron de anular su inscripción como candidato a la Alcaldía; desde que se posesionó ya le estaban buscando causales de destitución y desafortunadamente, dio papaya, por cambiar el modelo de recolección de basuras –uno de los fortines privados más onerosos para los bogotanos– fue a parar a la picota pública e incurrió “en torpezas en la toma de decisiones” según los entendidos que, después, la Procuraduría convirtió en “gestión dolosa” y lo destituyó del cargo. Gustavo Petro pasó una triste navidad, de 2013, pero resuscitó a los tres meses reencauchado y con más ánimos, que es, precisamente, la actitud de los verdaderos líderes.

Según Crispino Sutamerchán, comentarista radial de la Cadena Arriba Colombia, a Petro, su decisión de cerrar la Plaza de la Santamaría, como matadero de toros, lo indispuso con los más pudientes; porque perder ese cordón umbilical con la Madre Patria, la oportunidad de ver sangre una tarde de domingo, mostrar las amantes de turno y éstas, a su vez, lucir sus louis vuittones y sus jimmy choos, les dio en la pepa del disgusto. “¿Cómo se atreve? ¡Malnacido! ¡Hasta asesino será!" le gritan desde los campos de golf, sin darse cuenta –porque además no les importa– que abrazar las izquierdas es, también, garantizar el equilibrio de las derechas; pero bueno –digo yo– les hará falta Petro cuando Alejandro Ordóñez sea Presidente de la República y se persiga a quienes no comulguen con su autoritarismo a ultranza.

Afortunadamente, ahí está Clara López quien integra lo mejor de ambos mundos, cuyo entusiasmo por servir a los bogotanos supera a Pardo y en gestión política y conciliación de los diversos actores, a Peñalosa.


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Candidatos Revertrex

Se avecinan las elecciones para la Alcaldía de Bogotá y los candidatos trotan, caminan barrios enteros, escalan hasta el tugurio más alto, montan bicicleta, nadan en el río Bogotá y se ven estupendos en la prensa y la televisión; no les pasan los años. Blanco es gallina lo pone: están usando Revertrex.

Revertrex es un compuesto que rejuvenece a las personas; y, repito: las rejuvenece, no las vuelve más inteligentes, ni más talentosas, ni mejores administradores públicos; les quita las arrugas y eso basta para plancharles el ego y que se sientan de quince. Dice en la etiqueta que tiene uñas de gato, ojos de murciélago, lagañas de mico, fresas con crema y fluidos vaginales de diva. Su modo de empleo es muy sencillo: tomar una tableta por cada diez años que se quiera quitar el paciente, decir el sortilegio secreto (que le llega diariamente a su correo electrónico) y cruzar los dedos.

Estas instrucciones ya hacen parte de la rutina de los siguientes candidatos que buscan el remozamiento de su imagen pública por razones que en este escrito se plantean y analizan con rigurosa profundidad:

Enrique Peñalosa: Lo toma hace tres meses y ya le creció el medio dedo que le faltaba. No quiere que se le note, en el ceño ni en la frente, la frustración de haber perdido sus electores y que le haya tocado tragarse sus aspiraciones a la Presidencia de la República. Necesita también flexibilizar las piernas y alertar los reflejos para no caerse en los andenes que mandó subir pero que nunca mandó nivelar, ni rellenar. El Revertrex se lo regalaron sus amigos: los dueños de los parqueaderos; el pastillero, con los días de la semana, se lo regalaron los proveedores de bolardos. No debería tomarse más de tres tabletas al día porque, a veces, se parece a esos excampeones de boxeo a los que se les pasó su cuarto de hora pero deciden, en un asomo de vitalidad, volver a pelear por el título de su categoría. Para el efecto, contratan un nuevo manager -en este caso el Presidente Uribe- para que les pase un baldecito donde escupir y les arregle las peleas.

Antanas Mockus: No se toma sino media tableta cada dos días, porque sólo quiere verse como antes de perder las elecciones a la Presidencia, contra Juan Manuel Santos, el único candidato que, como él, habla en lituano; y olvidar, de paso, que durante un par de semanas, en el pico más alto de las encuestas, alcanzó a ilusionarse con llevar a Palacio a Tola y Maruja. Él sabe que para ganar por tercera vez la Alcaldía de Bogotá basta ser mejor candidato que Samuel Moreno, cosa que no tiene mucha gracia; lo que le preocupa es si podrá ser mejor candidato de lo que él mismo ha sido y, eso, ya es más difícil. El Revertrex es también para evitar la flacidez de las nalgas, pues no sabe en qué momento le toque volver a mostrarlas, son su par de ases bajo la manga del pantalón.

Carlos Fernando Galán: Compra el Revertrex en secreto y usa las tabletas de supositorio para que tengan el efecto contrario. Necesita ponerse años, con todo y eso es difícil que dejen de verlo como el treinta y tres por ciento de la herencia de Galán; o sea tiene la tercera parte de su carisma, o menos, la tercera parte de su denodado entusiasmo y la tercera parte de su pasión; tiene también genes de César Gaviria reflejados en su cara de niño, de Juan Lozano en su barba desordenada y de Germán Vargas en su filiación política, es como una especie de Frankenstein político: el resultado de una fórmula de laboratorio que, para completar, comparte con sus hermanos. No tiene nada propio, hereda los pantalones de Juan Manuel y las camisas de Claudio, su imagen necesita un verdadero cambio radical.

Gustavo Petro: Es el candidato que más compra la milagrosa droga, inclusive ha desviado fondos de la campaña para adquirirla en cantidades industriales y dársela a Bogotá. Su afán es el de deshacerse, de una vez por todas, de las viejas mañas que fortalecidas por Samuel Moreno han borrado con el codo lo que Mockus y Peñalosa hicieron a pulso. Petro es el hombre para remozar la ciudad por dentro y por fuera, tiene el talante para encarar a las mafias y la firmeza de carácter para hacer respetar los derechos de la ciudadanía. Petro desafía la necedad, la corrupción, el abuso de los mandos medios, las mordidas, los carruseles, los transportadores privados; en resumidas cuentas es un hombre con más de un metro de frente.

David Luna: Toma Revertrex por disciplina de Partido. Los liberales están en un periodo serio de reencauche. Apoyar a Luna es jugársela por las nuevas generaciones, distraer la atención de la corrupción, de la infiltración del paramilitarismo, del clientelismo y de los turbantes de Piedad Córdoba. Es también apoyar el medio ambiente, uno de los temas principales del joven candidato, porque Bogotá debe ser más sana y con un aire más limpio. Debe empezar a descontaminarse, como el Partido y renovar el abono de la nueva simiente liberal.

Aurelio Suárez: Le dio Revertrex a sus publicistas, pero se le fue la mano. Por eso, no tienen ni idea de ¿Quién es Aurelio? Y así lo expresan en su campaña: ¿Será Peñalosa? ¿Será la Chica Superpoderosa? ¿Será Petro? ¿Será Transmilenio? ¿Será Monserrate? ¿Será la salud? ¿Será la construcción? ¿Será Mockus? ¿Será Jorge Eliécer Gaitán? Y, la verdad, Aurelio es: ¡Todos los anteriores! Es el más preparado, el más estudioso, el menos politizado y el más honesto. Es una lástima que sea del Polo. Esperamos que los electores puedan evaluar al Candidato, haciendo caso omiso del presunto y muy seguro prevaricador Samuel Moreno; y que voten por alguien que puede seguir la contundente labor de Clara López, quién, en un par de meses, le ha devuelto a Bogotá por lo menos su autoestima.

La verdad es que, salvo Gina Parodi que si tiene los diecisiete años que aparenta, todos los demás se pegaron a la moda del Revertrex, como sucedáneo temporal del Botox y las cirugías estéticas; procedimientos éstos que ya le hacen falta a Jaime Castro, Alcalde de Bogotá durante la época oscurantista del apagón y Ministro de Gobierno, de Belisario Betancur, por las épocas en que Samuel Moreno tenía un bar llamado La Rockola y le pedía a sus meseros, olímpicamente, comisión por las propinas.

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