Nacionales, Política, Deporte Fabio Lozano Uribe Nacionales, Política, Deporte Fabio Lozano Uribe

Iván Duque: buen mediocampista, mal arquero

El partido apenas comienza, es cierto, pero ya se notan fallas tangibles de estrategia y de física preparación. Lo primero, es que Iván Duque fue elegido Director Técnico del Equipo Colombia y que se ponga los guayos para jugar, así sea el capitán y lleve el número diez a sus espaldas, pues es una muestra de buena voluntad y de trabajo en conjunto, pero estar en el campo, de un lado para otro, le hace perder la perspectiva general del juego. “No importa” pensará él, hay que sudar la camiseta, al unísono con los demás jugadores y no perder de vista el balón; hasta que entienda que está pagando una primiparada muy cara porque no ha metido ningún gol y en contra ya lleva uno y tres autogoles. Lo segundo es que, sobre lo poco en que tiene control, lo ha hecho bien. Es diligente, se levanta temprano, se está tomando muy en serio su entrenamiento, defiende lo indefendible, se pone rodilleras y reemplaza al arquero cuando lo considera necesario, produce iniciativas, nada muy novedoso, pero las produce -no está cruzado de brazos- está recorriendo el país, buscando su sintonía y -bueno o malo- ha estado impasible ante la controversia; el problema es que al campo contrario, al de la oposición, que a veces pareciera jugar de local, no le ha hecho mella alguna. Sus tiros, ni los de sus compañeros, se han acercado al arco adversario; como tampoco han podido evitar la marrullería de la terna arbitral (conformada por las bancadas independientes) en ciernes de cobrarle la más mínima contravención.

Así las cosas, sin tener la experiencia ni las habilidades de un Lionel Messi o un Cristiano Ronaldo, Iván Duque debe jugar en profundidad, dejar la inmediatez de los pases cortos y abrir los espacios que le permitan tener dominio de la cancha. Por querer hacerlo todo ya, para el medio tiempo la falta de aliento va a ser apremiante y las debilidades van a ser aprovechadas por los tres, o cuatro, coequiperos que buscan, con desespero, su propio protagonismo. El fútbol tiene una dinámica maravillosa, Señor Presidente, y es que mientras se metan goles la imagen es lo de menos; se pueden sacrificar sus índices, que a los espectadores -en últimas- no les dicen nada y focalizarse en sumar anotaciones. Es imperativo neutralizar las arremetidas de López, Lozano, Petro y Robledo, principalmente; aleros izquierdos y zurdos que sin tener planteamientos concretos, todavía, sus mínimas acciones producen efervescencia en las tribunas. Valga decir, que sólo en occidental numerada se acusa cierta circunspección; no hay una palpable ovación a los contrincantes; aplauden con timidez el par de tiros libres que se han cobrado, pero se les ve incómodos en sus sillas; como faltos de confianza; como temerosos de que súbitamente cambie la dirección del viento; como que preferirían una lesión que entronizara a su reemplazo, que, con su número once, se ha fogueado más en la delantera. Con todo y que sigue en la banca, Ramírez sabría cómo complacer más a quien oficia de Director Técnico y toma las decisiones, algunas en la sombra y otras a plena luz del día, a las cuales usted, Señor Presidente, no se da por aludido, mientras trata de lucirse con gambetas y chilenitas que aunque vistosas, hasta ahora han sido meramente decorativas.

Después de vencer a los españoles el Equipo Colombia, en dos siglos, ha cambiado varias veces el color del uniforme y la marca de los guayos, pero, en esencia, ha sido dirigido por las mismas personas: familias tradicionales que, desde extremos distintos de la derecha, han propendido por mantener la riqueza entre ellos mismos, por pensar en el bien común en términos de generar trabajo para sus empresas y hacer las suficientes mejoras en la calidad de vida para mantener un estado permanente de “progreso”. Dicho sistema, o alineación estratégica -como para pretender que seguimos hablando de fútbol- bajo el paraguas inmenso y permeable de la democracia, dejó de funcionar. Se pudrió. Se está cayendo a pedazos porque la dirigencia, desde el tronco de sus tres grandes ramas, se chupo la savia: el alimento natural de los principios éticos. Y no es por ponerle más peso en los hombros, Señor Presidente, pero en sus manos está la supremacía de esa tradición a la que tanto apego le tienen los diez millones de colombianos que lo respaldan, de los cuales gran parte son portadores de la purulencia que usted -con las mismas orejeras, o anteojeras, que su mentor le pone a los caballos- no puede ver, se niega a ver o lo que es peor no la percibe porque antes que al país, usted se le debe al prócer que lo subió al pedestal de la gloria.

¿Qué prima, entonces, el agradecimiento a su promotor-mentor-padre putativo o la enjundia de sus genes y su crianza? Si alguien conocía sobre los bemoles de la gloria era su padre, estimado Iván; en la carne propia de El Libertador y el General Santander, entendió sobre los tire y aflojes del poder, pero siempre en defensa de la moral y el bienestar de la patria “por encima de los partidos.” Y, si alguien conoce las responsabilidades de la estirpe es su madre, estimado Iván; a través de ella usted ha heredado la decencia como fundamento de las acciones de las grandes mujeres y de los grandes hombres y debe reclamarla de quienes lo acompañan en su lucha. Don Simón Rodríguez nunca requirió favor alguno de Bolívar; ni se le hubiera ocurrido opacarlo o determinar el curso de su independencia que es la misma nuestra. Piénselo bien Ivancito, salvo su buena voluntad, usted no tiene con qué ganar el partido; es imperativo, de todas maneras, que construya su propio pedestal y se la juegue por lo que prometió: que los veintidós jugadores, la banca, los espectadores y quienes ven con expectativa el partido, se pongan la misma camiseta, rompan las reglas que usted mismo se ha dejado imponer -porque de otra manera no será posible- y procuremos, entre todos, como en una gesta de colombianos descalzos, abrir la trocha y afianzar el terreno que el Equipo Colombia necesita para vencer a su verdadero enemigo: la corrupción.

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Messiánico

Así se llamaba el Club de admiradores de Lionel Messi, entre las calles de Belgrano y Cifuentes, que esta semana cerró sus puertas, con un acto insípido y falto de apasionamiento y la frase lapidaria: “No nos rompás más las pelotas, boludo”. “Lionel Messi es un mal ejemplo para la juventud” aseveró Rogelio Pontes Berruecos, frente a los medios de comunicación, el presidente de Messiánico -la congregación que alcanzó a durar casi once años- y quien al echar candado exclamó: “¡Es que, la verdad, ya no tenemos nada que admirarle a Messi; que se quede en Europa, que se vuelva español o italiano ¿qué sé yo? o que se dedique a jugar canicas o voleybol de playa!” Con el anuncio del astro del fútbol argentino de dejar la Selección de su país, los noticieros aderezaron la primicia con las reacciones de sus fanáticos quienes, decepcionados, quemaron camisetas, inventaron consignas y revivieron el viejo y siempre incandescente amor por Diego Armando Maradona quien, como dijo el mismo Rogelio: “Se avergonzó, él mismo, varias veces, pero nunca a los argentinos”. Dos cuadras más abajo, Marahedonismo sigue existiendo y hoy, tiene más miembros que nunca.

Messiánico fue el epicentro donde se originó la ola de silencio que tuvo a Argentina callada, durante más de quince minutos -¡vaya estupor!- después de que Messi fallara el penalti que le dio la victoria a los chilenos, quienes se llevaron la Copa América en un partido, llamado “de revancha” que replicó la final del campeonato anterior, realizado el año anterior, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile y cuyo resultado resultó siendo, fatídicamente: igual. Y escribo “fatídicamente” porque, como un adolescente, Messi tuvo la reacción de quien no sabe perder y de a quien no le sirve un segundo puesto; su rabieta, para llamar la atención, hacerse la víctima o ambas cosas, terminó con la desmedida reacción de renunciar al seleccionado de su país y a su puesto como capitán del equipo. Lo que es una forma de decir: “La culpa es de la organización, del cuerpo técnico, de las directivas, del continente, del universo, pero no mía”. “Hice lo que humanamente pude” será la respuesta del jugador No. 1 del mundo a su regreso de las vacaciones y ante su lavada de manos, obviando la utilización del plural -en su fraseo- como le pasa, a veces, cuando se le siente esa amarga sensación de nadie está conmigo y todos están contra mí. Fue triste ver cómo a su alrededor, después de finalizado el partido, sus compañeros se preocuparon por levantarle la moral, con una condescendencia indigna para un deporte que se juega en equipo y ante la circunstancia, nada deleznable, de haber quedado subcampeones de la Copa.

Tal vez, el mermado messianismo de los miembros no hubiera hecho mella hasta el extremo de acabar con el Club, si no es porque dicha situación, con la misma intensidad, sentido de victimización y rabieta, ocurrió en el pasado Mundial de Fútbol, durante la final y con la misma actitud derrotista y apocalíptica que niega, de plano, la frase universal del deporte: “Lo importante es competir” y que conlleva la esencia del verdadero espíritu deportivo, desde los juegos olímpicos en Grecia, de fortalecer la amistad entre los pueblos, de darle una alternativa distinta y sana a los conflictos planetarios y de puntualizar en que lo importante no es ganar sino llevar con dignidad la camiseta de un país, a la par con la hermosa alegoría de que, ésta, la sudamos todos; sobre todo los jóvenes para quienes el deporte significa una vida alejada de los peligros de la violencia, la descomposición social y la falta de oportunidades. Entre más grande la fama, más grande la responsabilidad y Lionel Messi ha fallado en entender el significado de ser él mismo, como futbolista y como argentino; parece no importarle y al respecto sus defensores han jugado la carta del mal que sufre: Autismo de Asperger y que lo excusa de no ser un hombre multidimensional y más bien encerrado, solo, como un retardado superdotado -por ponerlo de alguna manera- en su meta de ganar a ultranza, las máximas preseas, sin que el camino recorrido, la travesía y las pequeñas victorias tengan importancia.

Nuestra Selección Colombia ganó el tercer puesto en esta última Copa América, ante los Estados Unidos y aunque en algunos partidos sus jugadores se comportaron como autistas, al final no les reprochamos nada; aceptamos sus eventuales metidas de pata, sus incoherencias y sus veleidades porque, mal que bien, somos, todos, los que trasladamos el balón y ansiamos la sacudida de la malla. Ninguno es uno solo: todos somos falcaos, james, cuadrados, farides, morenos, ospinas, aguilares, murillos e inclusive: pekermanes.


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Deporte, Cultura, Sexualidad Fabio Lozano Uribe Deporte, Cultura, Sexualidad Fabio Lozano Uribe

Desnudez atlética y minusválida

Hay mujeres que, en cierto momento, cuando se están quitando la ropa como parte de un desafuero del deseo, piden apagar la luz. ¿Por qué? ¿Es algo que no quieren ver o es algo que pretenden ocultar? Mi madre confiesa “lo mínimo que quiero en un momento de tanta intimidad es fastidiarme por las humedades del techo.” La señora que riega las matas de mi oficina dice “no puedo imaginarme que estoy con Antonio Banderas si le estoy viendo la cara al menso de mi marido.” La esposa de mi mejor amigo apaga la lámpara y además la televisión, para poder concentrarse en la consecución del orgasmo y mi novia dice –y explica– que la diferencia entre hacer el amor y copular está en la cantidad de luz que ambienta la ocasión. ¿Cómo así? “Sí”, responde ella, “el ambiente de las relaciones amorosas debe ser tenue, con aroma de sándalo, o caléndula, palabras susurradas al oído y sábanas de estampados suaves y difuminados color pastel; contrario a la pornografía, que es la linterna entre las piernas, los gritos de gallinero en crisis y eyaculaciones que inundan hasta el ombligo.”

Los hombres sabemos que nada de eso es cierto. Las mujeres que apagan la luz, lo hacen para que la piel no muestre sus imperfecciones, las estrías de los embarazos, el ámbar marchito de los excesivos bronceados, las líneas de bikini mil veces trazadas, las cesáreas, el vaivén que en el vientre van dejando las dietas y las manifestaciones varias de la conjugación tiempo-cuerpo. Con mayor perturbación sucede entre mujeres más jóvenes que se comparan con las modelos de los avisos publicitarios, las portadas de las revistas y se encuentran ante un listado de requisitos estéticos difícil de cumplir.

Los hombres prendemos la luz y si tenemos un lunar peludo y pedregoso queremos que nos lo chupen y le tomen fotos. Las mujeres son menos desinhibidas, menos mostronas, siempre tienen algo que tapar y lo más molesto de todo es que piensen que nos importa y, la verdad, no nos importa; pero no por la razón hermosa de que mientras haya amor somos inmunes a la vanidad… ¡ya quisiéramos que fuera así! Si no porque desde el momento mismo que vemos la oportunidad de iniciar, acrecentar y llevar a feliz término una erección no nos interesa nada más, somos como perros aferrados a un tronco, o a una rodilla, nos entregamos a un solo tire y afloje como sino existiera un mañana. Se nos sale el animal de monte que existe adentro nuestro y después del rebuzne quedamos con la sonrisa más idiota de todos los tiempos, que es aquella que da a entender que estamos esperando unas merecidas felicitaciones. Cosa que no sucede nunca por parte de nuestra pareja, pero sí entran al cuarto todos nuestros amigos a aplaudir como festejando un gol y es, precisamente, buscando ese sueño recurrente que siempre nos quedamos dormidos. ¿Ustedes –pregunto a las mujeres– creen que durante una reacción animal de tal calibre tenemos tiempo de fijarnos en algo?

Mil años más tarde, frente a la psicóloga de pareja nos enteramos, de que todo lo dejamos sin empezar, cosa que a ellas no les pasa porque –como dice el dicho– lo que empiezan con el codo, lo terminan con la mano; pero lo que si es supremamente grave –uno lo nota porque la psicóloga asiente de manera imperceptible– es nuestra falta de sensibilidad y ¿eso qué quiere decir? Pues… ¡ni puta idea! Lo único cierto es que la mayoría de las veces e influenciados por la pornografía y el machismo de nuestra crianza, tenemos la falsa creencia –qué estúpidos somos– de que el sexo termina cuando soltamos nuestros ejércitos de boys scouts unicelulares.

(Entre este párrafo y el que sigue me demoro dos días llamando a muchos conocidos de género –léase: amigos– con la misma pregunta: ¿A qué se refiere tu pareja cuando te dice que eres insensible? Ninguno se queda callado, todos musitan una especie de vocablos ininteligibles –como de foca o tartamudo perdido– para rematar: “¡No, sabe que no sé!” Y si no hay ningún tema candente del fútbol o de la política, la única opción es colgar)

Pero, bueno, este es un artículo sobre la desnudez, la cual tiene una dinámica distinta cuando salimos de la intimidad en pareja y la ponemos en el plano de los medios de comunicación y el photoshop. Creo que no me equivoco al decir que nunca había estado tan de moda desnudarse y es una lástima porque pronto se va a volver cosa de todos los días y perderá su gracia. Será muy duro –para la escasa madurez mental masculina– cuando deje de ser motivo de codazos, reojos y carraspeos ver una mujer desnuda, pero, entraremos de lleno en un proceso de humanización del cuerpo que nos está haciendo falta. Empezaremos por buscar otros alicientes como desnudarnos nosotros mismos y tomarnos fotos, mandarlas por Facebook y llevarlas en la billetera. Al principio, cohibidos, claro, pero si se empelotó Yidis Medina, en Soho, y mañana lo hiciera ¡no sé! Angelino Garzón, en Aló o Carrusel, y pasado mañana Cecilia López Montaño o María Isabel Rueda, en Cromos, pues, más o menos, poco faltará para que el plan sea volver la séptima, además de peatonal, nudista. ¿Quién sabe? ¡Ya veremos!

A lo que quiero llegar es que, poco a poco, la desnudez está ganado humanidad. Una modelo sueca de vestidos de baño se negó a que retocaran sus fotografías y, aunque el cliente se fastidió, la campaña fue un éxito porque mostraba las marcas de inyecciones de insulina que ella misma se pone en el estómago, necesarias para combatir su afección diabética y eso acercó a una clientela de mujeres agradecidas con una marca que no es, precisamente, para mujeres perfectas. Hasta hace poco una película japonesa –considerada pornográfica– se descubrió que era la más vendida del mercado, se trata de tres escena largas de parejas heterosexuales cuyo sexo es básicamente caricias incesantes entre muñones que hacen las veces de falos y heridas de accidentes y cirugías que se convierten en verdaderas zonas erógenas. Además de eso, ya son incontables las mujeres cuyos senos cercenados, o en proceso de reconstrucción, por el cáncer, han sido objeto de exposiciones fotográficas cuya intención en la muestra y su curaduría dista mucho de ser morbosa.

Y dejo para el final lo que inspira este artículo: los desnudos fotográficos de los atletas, con prótesis y sin ellas, que participan en los juegos olímpicos de Londres; qué gran ejemplo para todos aquellos que se quejan por dolencias menos sustanciales. Se ven sin asomo de pena alguno, porque lo que están mostrando es la frente alta, el resto es accesorio, el trabajo de sus cuerpos está centrado en su supervivencia, en su realización como seres humanos y no en los genitales que es donde la mayoría de los mortales nos hemos quedado estancados. Entre la animalidad de los hombres y el rubor tenue de las mujeres, estamos perdiendo la oportunidad de ser más sensibles nosotros, más conformes con su cuerpo ellas, viceversa, al revés, para el otro lado, con la luz apagada y, a veces, con la luz prendida.

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Alvaro Uribe reemplazaría a Leonel Alvarez

Alvaro Uribe Vélez está pensando seriamente la propuesta que, en las últimas horas, le hizo el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Luis Bedoya: hacerse cargo de la Selección Nacional de Fútbol. Al tiempo, se comenzó a especular que el Presidente Santos está detrás del posible nombramiento, con miras a distraer la hiperactividad de su predecesor en asuntos que no sean políticos pero manteniendo su presencia en los medios de comunicación que es, por supuesto, lo que el expresidente no está dispuesto a sacrificar. Santos no ha dado declaraciones al respecto, pero el Palacio de Nariño se pronunció a favor de la decisión, destacando las dotes de estratega y espíritu deportivo del opcionado.

Por su parte, Alvaro Uribe dijo que se va a tomar un par de días para pensarlo, sin embargo ya contestó las principales inquietudes de la opinión pública colombiana durante una improvisada rueda de prensa en el aeropuerto de Rionegro; de la que aquí se transcriben apartes para ir despejando dudas. Se omiten las preguntas porque ninguna alcanzó, realmente, a ser formulada a cabalidad, ante el afán del expresidente por arrancar a hablar, siempre, con esa verborrea atropellada que lo caracteriza.

+ ¡Qué pena, señor periodista! Déjeme interrumpirlo, se lo pido. Ahora no me va a salir con la pregunta de cuánto hay que saber de fútbol para manejar la Selección Colombia. Mire, y me dirijo a todos los colombianos, también; cuando se ha sido caballista y, además, Presidente de la República pocas empresas en la vida le quedan a uno grandes. Lo digo con humildad. Yo podría estar manejando con éxito un Carrefour + risas + o ¿por qué no? un transatlántico o un proyecto de la NASA, eso todo es lo mismo. Hay que ponerle empeño a las cosas, asesorarse bien y tener una buena pizarra para enseñarle las movidas a los coequiperos. Miren, mi mejor credencial es que yo aprendí mi carrera política a patadas y esa es una experiencia invaluable, sobre todo, si se trata de fútbol. +

+ […] es más pónganme los jugadores que quieran y alguien que escuche muy bien encargado de analizar la competencia, y yo les clasifico el equipo al mundial de Brasil. La cosa es de paciencia y perseverancia, pregúntenle a mis ministros si finalmente no aprendieron después de tanto autogol. Miren… + le muestra su celular a los periodistas y continúa + llamen ustedes mismos, señores y señoras periodistas, y pregunten. Miren, llamen a Fernando Londoño, por ejemplo, y él les dirá lo estricto de los entrenamientos, lo extenuante de las prácticas. Lo nombré capitán y con todo y eso el rendimiento de sus acciones era motivo de preocupación; trató de echarle la culpa al árbitro por el fracaso de la convocatoria, a todos los colombianos, para cambiar las reglas del juego y, para completar, nos alecciona con ese tonito de “yo me amo sobre todas las cosas”, pues, tocó sacarle la tarjeta roja. Miren… ¡de verdad! + vuelve a mostrar el celular + llamen a Juan Lozano y pregúntenle ¿qué sabía él de medio ambiente? o ¿qué sabía Consuelo Araújo de cultura salvo distinguir un acordeón de una guacharaca? o ¿qué sabía Andrés Felipe Arias de agricultura? y sin embargo le garantizó un ingreso seguro a las verdaderas familias que viven de la tierra en el Magdalena. O sea, en lo que a mí respecta, y para ser claros de una vez, me pueden poner en la nómina jugadores de bolos, o voleibol de playa, o chalanes inexpertos que yo se los vuelvo mundialistas. +

+ Miren, muy importante también, cosas que no se puede pasar por alto: ¿quién quedaría en la bancada? Debemos asegurarnos que sean suplentes que tengan la camiseta bien puesta, que no tengan nexos con las barras bravas, ni vengan de equipos que jueguen con violencia; que, ustedes, señores y señoras periodistas, puedan revisar sus hojas de vida y no encuentren signos de dopaje, ni de haberse metido con la gente que distribuye uno, u otro, tipo de sustancias. Puede haber, por supuesto, jugadores que hayan hecho campaña en otros equipos pero ninguno que haya recibido plata por debajo de la mesa o haya excedido los topes exigidos por patrocinios y publicidad. Deben ser jugadores que suplan las fallas de los otros, que puedan, además, ser un recurso de última hora y capaces de hacer cualquier cosa por ganar como, en su momento, fue invaluable el desempeño de Sabas Pretelt, Diego Palacios y Jorge Noguera, para que entiendan. +

+ […] no diga más señorita periodista. Disculpe. Usted tan bonita y haciendo preguntas tan feas. ¿Cuál mafia del fútbol? Si usted se refiere a que la opinión pública tiene dudas sobre el manejo de la plata, pues, todos seríamos mafiosos y no habría negocio honesto, porque nadie más desconfiado que los que leen la prensa, oyen la radio o ven la televisión. Miren… respeto los medios de comunicación, por favor no me malinterpreten, pero son, ustedes, los periodistas, los que generan mayor cantidad de desconfianza en el público. Volviendo a la señorita… ¿Dónde está? Que levante la mano… Si, por otro lado, usted se refiere a que el nombre del Bolillo sigue vigente, pese a que se le fue la mano con una señora, eso no demuestra ninguna mafia, o rosca, sino el aprecio de los colombianos por haber sido parte del grupo técnico que nos ha llevado más lejos en el fútbol mundial. ¿Qué tal, señorita periodista, que habláramos de la mafia de la cerveza, de las gaseosas o de los bancos para referirnos a los hombres más ricos de este país? Mafia: las Farc. Mafia: el narcotráfico… + El expresidente niega enérgicamente con el dedo y prosigue. + No vaya a creer, tampoco, que fue esa supuesta mafia, que usted menciona, la que fulminó a Leonel Alvarez ¡de nin-guna manera! fue la desconfianza que desde el comienzo le tuvieron los medios de comunicación y, por ende, como ya expliqué: los colombianos. +

+ Mire, señor periodista, no siga. Le ruego que no siga. Como no hay futbolistas llamados Yidis, ni Teodolindos, creo que esa pregunta no procede. A mí me parece que los incentivos a los jugadores no pueden ser monetarios y me parece una bellaquería que usted insinúe que yo entregaría notarías, hatos o fincas cafeteras, por goles, por partidos o por campeonatos ganados. Hay es que tener un sistema de juego con el que los seleccionados se sientan cómodos. Mire, déjeme decirle algo… déjeme decirle que el fútbol es democracia. Tengo pensados lineamientos de alta liberalidad en la cancha, estrategias que la mayoría de las veces salen bien y que, por ensayo y error, he podido comprobar que funcionan. Los delanteros, generalmente, se sienten inseguros de que les metan goles y eso les merma la capacidad de juego, hay que darles la oportunidad de que también estén a la defensiva, y viceversa. Podemos llamarla, si usted quiere, la estrategia Convivir: en la que cada jugador pueda armarse del valor necesario para defender o atacar según lo considere y dentro de reglas establecidas; inclusive podemos pedir una comisión de verificación por parte de la FIFA. La idea es desarrollar un juego más autodefensivo que persuada y no que presione, ni compre conciencias. +

+ Yo le digo a los colombianos, miren, si piensan que dirigir la Selección Colombia es una jugada política de mí parte, pues, están muy equivocados, es como si no me conocieran. Yo les cuento, es una manera de hacer patria, como muchas otras, que es totalmente distinto; es acercarse a los colombianos con lo que más les agranda el corazón: el fútbol; y, ya verán que con mano firme en el manejo de los jugadores les quitamos las mañas que traen; sobre todo, los zagueros izquierdos. He pensado, eso sí, entrenar en todos y cada uno de los estadios de Colombia, por humildes que sean; una especie de concentraciones comunitarias y que todos nuestros compatriotas puedan asistir y opinar sobre los resultados, la agenda y el rendimiento del equipo y foguear a los jugadores de frente. No sobraría, tampoco… y déjeme aclararle a la periodista, la monita que está junto a la puerta, que los Cascos Azules no son un equipo de fútbol… traer un grupo de expertos, táctico y con experiencia ofensiva; pero no de afuera, con gente como: Cossio, Benedetti, Náder, Echeverry, Gaviria, Escobar, Moreno, Vélez, Barreras y otros que en este instante olvido, tendríamos. +

+ Ahora bien, deploro que no me pregunten lo fundamental y es: ¿además de un equipo campeón del mundo, qué le estaría yo dejando a mi sucesor? + El expresidente deja la inquietud en el aire y se despide de todos. +

Algunos analistas sugieren que la situación hace parte del forcejeo entre Uribe y Santos por liderar el Partido de la U. El exmandatario estaría esperando, en los próximos días, calibrar el apoyo a su ímpetu futbolístico, entre sus copartidarios, para distinguir a los fieles, de los infieles; razón por la que se da por descontado que este será otro rechazo a la posición técnica más preciada del fútbol profesional colombiano.

La Luciérnaga, único medio capaz de terminarle una pregunta a Alvaro Uribe, le pringa la lengua. + Conocemos sus capacidades para emular con Beckenbauer, o Bilardo, lo que da miedo de su nombramiento, al frente de nuestra Selección, es que nos deje colgados de la brocha –en este caso del balón– + risas + cuando se agiten los vientos de la reelección presidencial ¿qué opina usted, Señor Expresidente, al respecto? + Uribe saluda al equipo de La Luciérnaga por sus nombres y apellidos completos, le manda saludes a sus respectivos cónyuges, hijos e hijas por sus nombres, agradece la invitación al programa, opina que el tinto está muy bueno, abraza a la niña que se lo sirvió, les desea a todos un feliz año nuevo y contesta: + Ya lo dijo el General Herrera mejor que yo: “¡La Patria por encima de los partidos!” +

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