Nacionales, Política, Sexualidad, Social, Justicia, Educación Fabio Lozano Uribe Nacionales, Política, Sexualidad, Social, Justicia, Educación Fabio Lozano Uribe

La Consulta Anticorrupción debió ser más humana que política

Claudia López, Angélica Lozano, Jorge Robledo, Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Antanas Mockus y Antonio Navarro, entre muchos otros, fueron los promotores de la Consulta Anticorrupción que se cayó por falta de unos quinientos mil votos. No importa, lo más seguro es que redunde en un reconocimiento importante para las bancadas de la oposición y cada vez más, se vayan desatornillando del poder quienes disponen, para sus bolsillos, de las billonarias sumas que nos roban del fisco. Parece, sin embargo, que hubo una falla de estrategia y que se hubiera podido rebasar ampliamente el umbral si la convocatoria hubiera sido más humana que política.

Lo digo porque basados en los resultados de la investigación más importante sobre corrupción que se ha hecho en nuestro país, la de la Universidad Externado de Colombia, lo que, de verdad, nos está carcomiendo por dentro es la corrupción social y no necesariamente la penal, contra la cual hay leyes de sobra que -como sabemos- poco se aplican. El exmagistrado Juan Carlos Henao, rector del Externado e impulsador de la investigación, lo expresó de la siguiente manera: “(…) tiene que haber sanción penal, ¿cierto? Pero más que la sanción penal lo que se perdió fue la sanción social en Colombia, que es mucho más importante. (…) La cultura del ‘vivo’ se reproduce en la corrupción. Porque el corrupto también se ha vuelto alguien exitoso en esta cultura colombiana, que para mí viene mucho de la cultura del mafioso. (…) El enfoque que arroja el estudio, sin perder la parte normativa, es más de atacar la deformación cultural que tenemos los colombianos”. (Entrevista especial para El Tiempo, realizada por María Isabel Rueda)

En ese orden de ideas La Consulta debió ser del siguiente tenor:

VOTO PARA CONSULTA POR UNA CULTURA ANTICORRUPCIÓN

1 - RECUPERACIÓN DE LOS VALORES Y PRINCIPIOS EN LOS QUE SE BASA LA VIDA EN SOCIEDAD DE LAS COLOMBIANAS Y COLOMBIANOS

SI O NO: ¿Aprueba usted que las personas honestas tengan el privilegio de ser quienes se ganen la estima de la comunidad como ejemplo a seguir; que la buena fe sea el cristal con que miramos a los demás; y, que las normas sean vistas como un medio para vivir en armonía y no como medidas que restringen el desarrollo de la personalidad delictiva?

2 - INTEGRACIÓN PARTICIPATIVA CON GRUPOS DE DISTINTOS ORÍGENES, ESTRATOS SOCIALES, CULTURALES Y ECONÓMICOS

SI O NO: ¿Aprueba usted que se realicen jornadas inclusivas en las que cada colombiana y colombiano tenga la oportunidad de compartir experiencias -como comidas, tertulias o actos de solidaridad- con gente más pobre o más rica, de diferentes razas y países, que provengan de comunidades indígenas, de diversas tradiciones, dialectos y modos de vida?

3 - INTERACCIÓN COMUNITARIA CON FAMILIAS Y PERSONAS DE DISTINTAS CREENCIAS RELIGIOSAS, SEXUALES Y POLÍTICAS

SI O NO: ¿Aprueba usted que sus hijas, hijos, esposa, esposo, vecinas, vecinos, conocidas y conocidos interactuen, cada que tengan la oportunidad, con ateos, agnósticos, cristianos, católicos, evangelistas, ortodoxos, mormones, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales, liberales, conservadores, radicales, izquierdistas y partidarios de Uribe, Petro, Fajardo u Ordóñez, por ejemplo?

4 - SEÑALAMIENTO Y DENUNCIA DEL DELITO COMO PROPÓSITO NACIONAL E IMPOSTERGABLE

SI O NO: ¿Aprueba usted que se señale y se denuncie social y policialmente la deshonestidad, sin miramientos de raza, patrimonio o apellidos, a quienes incurran en comportamientos tan mínimos como el robo de un artículo de mercado y tan graves como el enriquecimiento ilícito, la violación de niños, el secuestro y el asesinato?

5 - ERRADICACIÓN DE LA CULTURA MAFIOSA COMO IDEAL DE VIDA

SI O NO: ¿Aprueba usted, como un compromiso familiar y ciudadano, dejar de enaltecer a los ricos cuyo patrimonio ha sido construido por medio del delito; no referirse más a los pablos escobares como símbolos de la colombianidad; y, no mencionar la palabra “verraco” o cualquiera de sus sinónimos como significado de quien sale airoso de una fechoría o un crimen?

6 - SUFICIENTE ILUSTRACIÓN SOBRE LAS DECISIONES Y LOS REPRESENTANTES DE LAS RAMAS DEL PODER PUBLICO

SI O NO: ¿Aprueba usted que recaiga, en los medios de comunicación estatales y privados, la responsabilidad de proveer la información que permita tener conocimientos asertivos, en materia política y electoral, con contenidos serios y fundamentados por investigaciones éticas; para opinar y votar en consecuencia?

7 - EDUCACIÓN DEMOCRÁTICA IMPARTIDA DESDE NIÑAS Y NIÑOS CON USO DE RAZÓN HASTA PERSONAS DE LA TERCERA EDAD

SI O NO: ¿Aprueba usted que se tomen cursos obligatorios de cívica y democracia en la primaria, el bachillerato, la universidad, por los medios de comunicación, las redes sociales y con entrada libre, en los centros educativos y culturales de todos los municipios de nuestro país?

Loable esfuerzo, de todas maneras, el de los proponentes y votantes, cuyos resultados deben ser avalados por la Presidencia de la República independientemente del umbral, pues cada punto sacó más de once millones de votos, con todo y que Iván Duque no tuvo la suficiente vehemencia en su apoyo mediático. Pero el gobierno y todas las colombianas y colombianos debemos tomar cartas en el asunto, sencillamente porque el sentido común lo demanda, para que no quede la impresión de que la corrupción sigue ganando terreno y porque también es una responsabilidad humana la que tenemos de cambiar los paradigmas que estrechen y eliminen los espacios sociales que le hemos dado a la delincuencia.

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Nacionales, Gobierno, Educación, Política Fabio Lozano Uribe Nacionales, Gobierno, Educación, Política Fabio Lozano Uribe

Gaviria el hijo de Gaviria

Como a César Gaviria, la Presidencia de la República, a Simón le llegaron la presidencia de la Cámara de Representantes y la dirección del Partido Liberal en bandeja de plata; y, como al primero, la no extradición de colombianos por delitos cometidos en otros países, al segundo le metieron el mico de la Reforma Judicial. Después de la conmoción causada por tan ignominioso atropello, al joven Gaviria se le ve despelucado dando soluciones que, a posteriori, suenan a patadas de ahogado con el agravante de que se nota en sus palabras el jalón de orejas de su padre. Por supuesto que, antes de proseguir, se debe aclarar que, en su momento, el Presidente Gaviria asumió en posición cuadrúpeda el mico de la no extradición e, inclusive hoy, se le oye hablar en su defensa: como alternativa indispensable para calmar los ánimos del narcotráfico, el secuestro, el terrorismo y poder lavar la ropa sucia de sangre, en casa, desde una paz “concertada” por la nueva Constitución, pero ese no es el tema…

El tema es que Simón pareciera sentirse muy cómodo con los cariñitos y las palmadas en la espalda con que los parlamentarios se consienten al amaño de las leyes. A él no se le ven –como a otros– las ganas imperiosas de autoflagelarse por los errores cometidos. No, él sale dizque a trancar la promulgación de la mentada ley reformista e, independiente de la polvareda que alcance a levantar como apagando velitas de cumpleaños, uno se pregunta: ¿Será que no se ha dado cuenta de la oportunidad que desperdició: de amarrarse los pantalones e ir vendiéndole a los colombianos una imagen distinta a la de su padre? ¿O, será que se contenta con estar hecho a su imagen y semejanza?

Es como si a César Gaviria le hubiera tocado allanar la Catedral y trasladar al Capo di tutti capi, después de que se hubiera escapado; eso hubiera sido desastroso. Su reacción fue tardía, bastante tardía, pero no alcanzó a ser indecorosa. Mandó a unos niños a pedirle al Patrón la molestia de cambiar su domicilio de detención, por uno menos hogareño y más al estilo de los del Inpec; igual el detenido se fue por el traspatio, sin despedirse, pero no alcanzó a ser tan vergonzoso para el Presidente quién pudo, como recurso último culpar a Pablo Escobar y eso le aligeró las cargas. La situación de Simón sí me parece penosa. Me parece que él, entre otras luminarias de su generación, están en mora de demostrar que su estatus no es solamente el de “hijos de papi” sino que tienen en su código genético el ánimo de superar a sus progenitores y de aprender, inclusive, de los errores de éstos.

Usted no puede dejar, estimado Simón, que la astilla de tal palo se le clave en un ojo, tiene que buscar diferencias sustanciales con su padre para que la historia lo juzgue por separado. Tiene que empezar por leer más en profundidad lo que le caiga en las manos, de a poquitos; pasar de la portada, interesarse con el contenido, resaltar lo que considere importante con un color agradable, ponerse metas y premiarse: por ejemplo, comerse un chocolate o un paquete de chitos al terminar un capítulo, y comprarse un nuevo videojuego si logra terminar un documento completo. Ahora, si se termina un libro ya puede aspirar al solio de Bolívar.

Es cuestión de mentalizarse, inclusive usted podría tener en su nómina un ilustrador ¿por qué no? que le convierta en historietas lo que sea indispensable leerse. ¡Imagínese! Su secretaria parecida a Yayita, la de Condorito, le dice: “Doctor Gaviria, llegó un documento del Ministro Esguerra.” Y usted, con el cuello de la camisa chorreado de gomina, exclama: “Recórcholis, y viene con una fe de erratas.” El cuadro siguiente es un signo grande de exclamación sobre su cabeza. Acto seguido, usted llama a Germán Varón y le dice: “Tenemos que actuar, la reforma viene con errores.” A lo que el varias veces representante de Cambio Radical le contesta: “Calma Presidente, sugiero que primero se lea el documento, yo vi a Corzo y sus secuaces metiéndole mano. Aquí hay gato encerrado.” Usted, inmediatamente, se lo lee por encima y sale tranquilo, no encuentra nada raro. En el cuadro final se ve su carro, custodiado, salir hacia el norte de la ciudad, un crédito, en la pata, dice: “Otro día con la satisfacción del deber cumplido.”

Usted debe estar francamente extrañado, hoy, de que lo señalen como uno de los principales culpable de la aprobación, afortunadamente fallida, de la Reforma Judicial. Con toda honestidad usted no se cansa de decir que cumplió con el oficio que le fue encomendado por sus electores y yo lo entiendo: es la rama ejecutiva la que debe leerse los documentos completos y en profundidad –ni más faltaba– el legislativo dicta, o sea que habla para que otros copien; además usted es el director de un partido mayoritario colombiano y no tiene tiempo de reparar en minucias. Lo suyo son las grandes decisiones, el liderazgo, la nación en el contexto global, el mundo, el sistema solar, la galaxia, el big bang… y no media docena de párrafos parecidos en un documento de los muchos que le llegan a su despacho. Yo lo entiendo Simón, créame, lo suyo es la batuta, la partitura es cosa de los que están por debajo suyo.

Dejémonos de pendejadas Simón, tú eres un patricio, hijo del César, venido del tronco familiar más grueso del Otún. Tú eres –te tuteo porque es mi derecho: voté por ti– el heredero de una dinastía, el Fu Man Chú, el Putas Boy de la Westinghouse, la vaca que más caga en la pradera, la última Coca-Cola del desierto, el George W. Bush colombiano, el Paris Hilton de la política nacional y eso debe servirte para llegar muy lejos y enfrentando la vida, así, como te gusta: por encimita. Con todo y eso, Simón querido, debes renunciar a tus responsabilidades. Julito te lo dijo: ¿Con qué cara vas a cobrar otro sueldo? Debes ir donde papá y decirle que te quedó grande el reto de seguir sus pasos y él sabrá qué hacer: un año sabático en Harvard, posiblemente, una palomita diplomática, la dirección de un medio de comunicación; acuérdate que en Colombia los delfines superan a las focas y a las morsas en todo. Debes, sin embargo, terminar lo que empezaste, con la frente alta y la corbata bien puesta; aprender de los grandes liberales que no dejaron nada a medias; evitar meterte en líos con la Procuraduría y si no lo logras porque tu papá tira la toalla, o porque te sigues dejando meter primates entre los cajones del escritorio, ruega al cielo para que, a quien le toque juzgar tus actos administrativos, también le dé pereza leerse tu expediente.

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Nacionales, Gobierno, Trabajo, Sexualidad Fabio Lozano Uribe Nacionales, Gobierno, Trabajo, Sexualidad Fabio Lozano Uribe

Caso Concha: le creo a Lina María Castro

Una mujer, la periodista Lina María Castro Torres, trabaja en la Presidencia y dice que su jefe abusó sexualmente de ella y que repetidamente, desde hace más de un año, le ha tocado asumir posiciones incómodas en contra de su voluntad.

Su jefe, Tomás Concha Sanz, dice que se trataba de sexo consensual y que si a alguien debe pedirle disculpas es a su mujer por la infidelidad cometida. Le debió llegar con el cuento de que su asistente encargada de las comunicaciones (Lina María Castro) se había aprovechado de su confianza, de la cercanía profesional que le brindó sin otro motivo que el altruismo de ayudarle en su trabajo ¡de ayudarle a surgir y a superarse! pero que desafortunadamente su condición de hombre vulnerable le jugó una mala pasada cuando ella, premeditadamente, se agachó a recoger un clip y no tenía calzones. Sugiere ¡eso sí! en la entrevista a El Tiempo, y como toque romántico, que mediaba un sentimiento de admiración versus la versión de ella que dice que él aprovechó que llevaba un bluyín descaderado para manosearla. ¿Qué es más creíble?

Como siempre pasa, terminará, en la intimidad de su cuarto, pidiendo excusas a su pareja por todos los hombres, porque dios nos hizo en exceso falibles y proclives a la flaqueza del cuerpo; puede que suelte una lágrima pidiendo compasión y, un buen día, cuando vea calmados los ánimos dirá, por casualidad, que de pronto inconscientemente su sexualidad estaba buscando emociones que ya no consigue en su propia cama. Canallada que transfiere la culpabilidad a la esposa y completa el círculo típico con que se dan gran parte de las discusiones maritales, en que el hombre impone su verdad, por lo menos en este reino del sagrado corazón. De ahí en adelante ella no dirá nada, los medios de comunicación la abordarán, ella contestará unas frases torpemente aprendidas y su marido habrá cometido su peor abuso contra el ser que menos lo merece; sólo porque ella, vestidita de blanco y con el pubis perfumado, se comprometió a apoyarlo en “las buenas” que ya pasaron y en “las malas” que aceptó, como dios manda: para siempre.

Dejando de lado la ironía, los casos de sexo consensual entre funcionarios de la Presidencia de la República no son extraños. Está -perdón la obviedad- el que sucede entre el presidente y la primera dama, interrumpido sólo por el edecán para pasarles los condones o decirles, por ejemplo, que ya ubicaron a Timochenko; otro más libertino pero que tiene el encanto de ser una de las buenas tradiciones laborales que aún se conservan: el sexo del día de las secretarias después de la consabida invitación a almorzar con la ventaja de que, ellas mismas, reservan el motel y piden dos copitas de champaña; están también las infidelidades normales que se producen bajo el efecto embrutecedor de la quincena, que es cuando las niñas del conmutador contestan con tono grave “El doctor está en el despacho”. Estar en el despacho presidencial, no da lugar a dudas, ni a preguntas subsecuentes; o sea, ninguna esposa, o esposo, responde: “¿Y, en qué andan, o qué?” o “¿Con quién están?” o “¿De qué se trata la reunión?” o “¿Me comunicas un minutico?” nadie es tan imprudente. Es la mejor excusa en el mundo para ocultar confidencias y vidas paralelas, por eso es tan apetecido trabajar allá.

En nuestro gobierno, para no ir más lejos, se han escuchado rumores de presidentes que en la Casa de Huéspedes de Cartagena no vestían sino la banda presidencial, o que en la Casa de Nariño han dejado el corbatín en la despensa o entre alguno de los clósets del aseo; clósets de los que han salido también mandatarios y alguna consorte, a demostrar que el poder es un afrodisíaco tan potente que ¡todo se vale y que, antes, es mucha gracia que les quede cabeza para gobernar! La debilidad de la carne es proporcional a la importancia del cargo; eso se sabe, sobra cualquier explicación, basta observar la naturaleza humana. Por eso, le perdonamos a Clinton que se metiera con una vieja tan desabrida; a Berlusconi que gobernara desde un yate anclado en las cercanías de Capri; a Sarkozy que, recién posesionado, dejara a su mujer por una más flexible y manualita; y eso por dar unos ejemplos actuales y no remitirnos a Bolívar y Manuelita, John Kennedy, Enrique VIII, Catalina la Grande, los dictadores latinoamericanos, los polígamos sultanes del Islam o los emperadores chinos. O sea los colombianos sabemos de relaciones consensuales en el seno del ejecutivo, conocemos su dinámica, su manera de multiplicarse en rumores disímiles y versiones de telenovela… y lo sucedido a Lina María Castro no es una de ellas. No tiene esa magia vivificante del chisme sino la certeza colectiva de la ignominia.

Ahora bien, en el mismo ambiente en que hay sexo consensual también se produce lo contrario: sexo no consensual por alguna de las partes. En el matrimonio mismo no siempre el deseo del cuerpo es alunísono; algunas veces, uno de los dos lo hace a regañadientes, sin querer, por complacer al otro y no verlo con la misma cara del perro que no sacaron el parque. Dejar, por ejemplo, que la pareja de uno se frote una pepa de mango en los genitales como preludio al amor, o que cante la Marsellesa en el momento del orgasmo, o que insista en pellizcarse la piel con los ganchos de colgar la ropa, es consentir. Disentir sería decir que no, explícitamente y negarse a continuar el proceso de la cópula como respuesta a una determinada insatisfacción. Disentir es un derecho y una forma de pedir respeto por parte del otro siempre y cuando -y en esto radica la diferencia con el delito- no exista una coacción tácita o pronunciada con el objetivo de infundir miedo.

Los abusadores sexuales, generalmente, provocan encuentros con base en la intimidación porque más que el sexo lo que los excita es sojuzgar a la contraparte, vencerla y literalmente arrodillarla a sus pies y humillarla; obligarla a realizar un acto que la reduzca a una condición animal. Los ambientes laborales son facilitadores de este tipo de delitos y se da en una relación de 99 a 1 entre jefes hombres contra mujeres subalternas. Hombres insatisfechos en tan alto grado que ponen en peligro los principios de la fidelidad, y la convivencia, por tener un goce prohibido que les supla una de las drogas más poderosas del universo: la adrenalina. Hombres que necesitan ayuda, pero les da vergüenza pedirla porque nadie que tenga un mínimo de poder reconoce sus errores a menos de que lo cojan y su problema amanezca un día fresquito en el periódico, al lado del jugo de naranja, el pan y el café que la muchacha del servicio le revuelve con el dedo.

Lo que agrava el contexto ético del caso de Tomás Concha es que él trabaja en Derechos Humanos, o sea que mientras con una mano puntualiza, con el índice en alto, sus discursos -muchos en los que se toca el tema de la desigualdad de la mujer y la lucha que debe darse para evitar tal injusticia- con la otra se abre la bragueta justo en el momento de recordarle a su subalterna que él es quien decide la renovación de su contrato. Yo le creo a Lina María Castro porque si la relación hubiera sido consensual con seguridad la salida de su agresor hubiera sido mucho más airada y amenazante, pues la reacción de un hombre atacado en su amor propio es mayor a la de un abusador sexual que maneja de manera más calculada sus emociones. Tomás Concha no se está defendiendo de una falsa acusación porque hubiera, sin duda, reclamado un mínimo de honestidad, hubiera insistido en la ausencia de pruebas y se hubiera explayado en una declaración pública más emotiva, más humana, tomando más riesgos, pero no: lo declarado, hasta ahora, ha sido medido, que es como actúan quienes le temen a “todo lo que diga será usado en su contra.” La entrevista a El Tiempo, por ejemplo, fue por escrito y no telefónica que es lo usual. En ésta, señala a su subalterna por no haber declarado el hecho desde que comenzó, lo que en mi sentir delata que más grave que ponerle a la fuerza el pene en la boca debió ser el manoseo verbal, las miradas sin tregua y esa respiración de hiena, a través de la sala de conferencias o en la cafetería llena de gente, que nadie escucha salvo la presa.

¿Cuánto tiempo le lleva a una mujer acopiar el valor necesario para reconocer públicamente una flagrante violación de su intimidad? ¿Hay estadísticas al respecto? Pensemos que hay mujeres que se pasan la vida en situaciones peores sin chistar, sin decir ni mú, porque qué pena, porque qué dirán o, peor, porque me lo merezco en razón a las desvirtudes del pecado original magnificadas por el machismo que, en el caso de las relaciones laborales, su representación gráfica más común es la del pulpo. No es para nada casual la expresión “los tentáculos del poder”, ésta no hace sólo referencia al alcance manipulador de quienes lo ostentan sino a la práctica “inofensiva” de tentar culos. Yo creo en Lina María Castro porque si hubiera sido una relación consensual la esposa de Tomás Concha no lo hubiera perdonado tan fácil. Ella no lo ayudaría si fuera un desliz del corazón, o de la piel; ella lo ayuda porque sabe -las mujeres saben- que su marido tiene un trastorno grave de la personalidad y debe estar rezando, en silencio, para que con este golpe a su integridad toque el fondo que necesita para recuperarse de su desvarío.

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