
Messiánico
Así se llamaba el Club de admiradores de Lionel Messi, entre las calles de Belgrano y Cifuentes, que esta semana cerró sus puertas, con un acto insípido y falto de apasionamiento y la frase lapidaria: “No nos rompás más las pelotas, boludo”. “Lionel Messi es un mal ejemplo para la juventud” aseveró Rogelio Pontes Berruecos, frente a los medios de comunicación, el presidente de Messiánico -la congregación que alcanzó a durar casi once años- y quien al echar candado exclamó: “¡Es que, la verdad, ya no tenemos nada que admirarle a Messi; que se quede en Europa, que se vuelva español o italiano ¿qué sé yo? o que se dedique a jugar canicas o voleybol de playa!” Con el anuncio del astro del fútbol argentino de dejar la Selección de su país, los noticieros aderezaron la primicia con las reacciones de sus fanáticos quienes, decepcionados, quemaron camisetas, inventaron consignas y revivieron el viejo y siempre incandescente amor por Diego Armando Maradona quien, como dijo el mismo Rogelio: “Se avergonzó, él mismo, varias veces, pero nunca a los argentinos”. Dos cuadras más abajo, Marahedonismo sigue existiendo y hoy, tiene más miembros que nunca.
Messiánico fue el epicentro donde se originó la ola de silencio que tuvo a Argentina callada, durante más de quince minutos -¡vaya estupor!- después de que Messi fallara el penalti que le dio la victoria a los chilenos, quienes se llevaron la Copa América en un partido, llamado “de revancha” que replicó la final del campeonato anterior, realizado el año anterior, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile y cuyo resultado resultó siendo, fatídicamente: igual. Y escribo “fatídicamente” porque, como un adolescente, Messi tuvo la reacción de quien no sabe perder y de a quien no le sirve un segundo puesto; su rabieta, para llamar la atención, hacerse la víctima o ambas cosas, terminó con la desmedida reacción de renunciar al seleccionado de su país y a su puesto como capitán del equipo. Lo que es una forma de decir: “La culpa es de la organización, del cuerpo técnico, de las directivas, del continente, del universo, pero no mía”. “Hice lo que humanamente pude” será la respuesta del jugador No. 1 del mundo a su regreso de las vacaciones y ante su lavada de manos, obviando la utilización del plural -en su fraseo- como le pasa, a veces, cuando se le siente esa amarga sensación de nadie está conmigo y todos están contra mí. Fue triste ver cómo a su alrededor, después de finalizado el partido, sus compañeros se preocuparon por levantarle la moral, con una condescendencia indigna para un deporte que se juega en equipo y ante la circunstancia, nada deleznable, de haber quedado subcampeones de la Copa.
Tal vez, el mermado messianismo de los miembros no hubiera hecho mella hasta el extremo de acabar con el Club, si no es porque dicha situación, con la misma intensidad, sentido de victimización y rabieta, ocurrió en el pasado Mundial de Fútbol, durante la final y con la misma actitud derrotista y apocalíptica que niega, de plano, la frase universal del deporte: “Lo importante es competir” y que conlleva la esencia del verdadero espíritu deportivo, desde los juegos olímpicos en Grecia, de fortalecer la amistad entre los pueblos, de darle una alternativa distinta y sana a los conflictos planetarios y de puntualizar en que lo importante no es ganar sino llevar con dignidad la camiseta de un país, a la par con la hermosa alegoría de que, ésta, la sudamos todos; sobre todo los jóvenes para quienes el deporte significa una vida alejada de los peligros de la violencia, la descomposición social y la falta de oportunidades. Entre más grande la fama, más grande la responsabilidad y Lionel Messi ha fallado en entender el significado de ser él mismo, como futbolista y como argentino; parece no importarle y al respecto sus defensores han jugado la carta del mal que sufre: Autismo de Asperger y que lo excusa de no ser un hombre multidimensional y más bien encerrado, solo, como un retardado superdotado -por ponerlo de alguna manera- en su meta de ganar a ultranza, las máximas preseas, sin que el camino recorrido, la travesía y las pequeñas victorias tengan importancia.
Nuestra Selección Colombia ganó el tercer puesto en esta última Copa América, ante los Estados Unidos y aunque en algunos partidos sus jugadores se comportaron como autistas, al final no les reprochamos nada; aceptamos sus eventuales metidas de pata, sus incoherencias y sus veleidades porque, mal que bien, somos, todos, los que trasladamos el balón y ansiamos la sacudida de la malla. Ninguno es uno solo: todos somos falcaos, james, cuadrados, farides, morenos, ospinas, aguilares, murillos e inclusive: pekermanes.
Rasmus Polibius Bergström, en Bogotá
Lo primero que dijo, ante una audiencia de profesores y padres de familia, fue: “Se sabe que el 85% de las personas más admirables de nuestra civilización fueron estudiantes deficientes en el colegio, sin embargo ustedes no permiten que sus hijos lo sean”. Con esta paradoja, el educador sueco Rasmus Polibius Bergström, captó la atención de los presentes y sonrío: el desconcierto de todos se veía en sus caras. “Muchos de ustedes mencionan, a cada rato, la frase: 'el que no arriega un huevo no saca un pollo' y ese criterio les ha servido en sus inversiones, en sus amores y jugando al poker, pero no son capaces de apostar por la autonomía de sus hijos sino ya cuando son adultos, cuando es demasiado tarde” continuó diciendo el investigador de la Universidad de Pülke y distinguido miembro del Wehub (World Education and Humanity Board) para, acto seguido, preguntar: “¿Alguno de ustedes tiene un hijo perdiendo cuatro materias o más?” y nadie levantó la mano; silencio absoluto que el conferencista deliberadamente alargó, callado durante tres minutos, para después concluir: “Ese es, basicamente, el problema: nos da pena reconocerlo, por lo menos, en público; porque nuestra sociedad considera que ser buenos padres es tener hijos buenos estudiantes. Nadie, festivamente, dice: 'mi hijo va perdiendo el año' y es una lastima porque esa misma vergüenza no nos permite abrazarlo y decirle: 'hijo, algo debes estar haciendo bien, te felicito'”.
La conferencia duró un poco más de cuatro horas, de las cuales tres fueron de preguntas y respuestas; deploro no poder dar fe de ellas, en este reducido blog, pero trataré de hacer un resumen de sus argumentos. El profesor Bergström salía esa misma noche para Lima y a los dos días llegaría a Buenos Aires, no se cansó de pedir disculpas por la lentitud de sus editores en tener sus libros traducidos al español pero se comprometió a acelerar el proceso. Su teoría es la siguiente: lo ideal es que los niños sean malos estudiantes en el colegio y muy buenos en la universidad. “Casi que lo primero es causa y lo segundo: efecto” comentó al margen “pero eso es tema para otra conferencia” agregó.
El primer error que cometen los padres es creer que ellos, también, son profesores y eso dificulta la relación con los hijos porque, con seguridad, odiarán la figura del “profesor” que generalmente es impositiva y sin mayores libertades porque, éste, a su vez, también es esclavo del pénsum, de las reglamentaciones y aunque sea difícil de creer: de las notas. El profesor Bergström conoció una escuela en Nairobi donde se calificaba con caritas felices de distinto color e indefectible, al final del año todos los niños se habían esforzado por ganar las de todos los colores y esa necesidad, solamente, los hizo tener un sentido grande de logro y autoestima cuando la verdad es que los profesores las ponían al azar, salvo que, entre ellos, determinaban no ponerle un color específico, a cada estudiante, durante la mayor parte del curso. En ese punto aprovechó para informar, el conferencista, que la mayoría de las comunidades consideradas primitivas, en el Africa y la Amazonía, por ejemplo, saben, en sus huesos, que su única labor es la de generar autoestima en sus hijos; pero que, de alguna manera, los países más educados del planeta consideramos, que los padres debemos entrenar a nuestros hijos para que compitan en el mundo exterior; lo que, además de padres y profesores, nos convierte en entrenadores y si el hijo falla en matemáticas, pues, se las enseñamos en la casa, por lo que también fungimos de: matemáticos, biólogos, gramáticos o de lo que sea necesario.
Una madre –contó– fue llamada al colegio y delante de su hijo, le dijeron que él había sido el único estudiante capaz de sacar cero en los cinco cortes, de la materia: geografía; “¡Oiste eso hijo!” exclamó ella y lo invitó a celebrar el acontecimiento con un helado: el niño, sin duda, no sabe dónde está parado pero ella si sabe que es más importante la sensación de haber hecho algo distinto a sus compañeros que la valoración de “peor” o “mejor” que es realmente lo nocivo de la educación. Vivimos en una sociedad tan mal educada que si uno es “peor” en algo, se vuelve “peor” en todo y si es “mejor” en algo, rara vez se le considera “mejor” en algo más. “¡Vaya encrucijada!” exclamó el profesor Bergström, cuando lo único que se nos pide como padres de familia es que ante cualquier situación –que no revele una falencia moral, por supuesto– le expresemos a nuestros hijos gestual y verbalmente “¡puta madre, hijo, de verdad que eres maravilloso!”
La mayoría de los estudiantes excelentes, en el colegio, sufren mucho con las malas notas y generalmente, escogen su carrera basados en éstas y no en una verdadera convicción, porque los obnubilamos tanto con el hecho de que "son buenos en ¡eso!" que les cuesta trabajo mirar para otro lado; y lo grave es que con una sola mala nota, en la universidad, son capaces de concluir que se equivocaron de carrera y echar todo por la borda; con dos malas notas se declaran mediocres y con tres malas notas algunos hasta se han suicidado. En cambio los que tienen experiencia perdiendo materias y pasando los años por la gracia de dios saben, con mayor certeza lo que les gusta y saben que serán buenos en lo que se propongan, porque mal que bien han tenido la posibilidad de probarse, con la ventaja de que superaron, desde pequeños, el trauma de la mala nota que, en el mundo de hoy, se ha vuelto un señalamiento inaudito.
BLOG
CONCIENCIA FICCION
Este no es un blog periodístico. Es un blog iconoclasta y escrito desde los intestinos que es donde los pensamientos suceden antes de subir al cerebro.
Artículos publicados: