
Defensa de Petro
Un hombre izquierdoso -lo que básicamente quiere decir que es una piedra en el zapato de los más acomodados- al que no le ha temblado la mano para luchar por una democracia más justa, odiado por la corruptela de las contrataciones, malquerido por los ricos y los que se sienten ricos, conocedor de la pobreza y el hambre, pisador intransigente de callos y político atípico pues es honesto hasta los tuétanos, no asumió la Alcaldía de Bogotá pensando que su gobierno iba a ser una travesía relajada y desprovista de obstáculos. Inclusive, no creo que le parezca más difícil de lo que pensaba porque sabía en lo que se estaba metiendo. Además, Gustavo Petro conoce sus limitaciones por eso busca experticias específicas en sus colaboradores y si no las demuestran en el arranque pues -con el dolor del alma- se reemplazan de inmediato. Daría la impresión de ser maquiavélico en el sentido de que el corazón nada tiene que ver con los asuntos de su gestión; debe ser que lo deja en la casa donde su mujer y sus hijos -se nota- lo cuidan y se calientan a su amparo.
Petro se ha equivocado, por supuesto, pero usted no lo ve excusándose, día de por medio y buscando culpables a diestra y siniestra, siendo que podría soltar a su antojo y de manera intermitente, el agua de inodoro público en que se encuentran hasta la coronilla Samuel e Iván Moreno y sus secuaces. Estoico, hasta con la mirada, se le nota el aguante que tiene para soportar la embestida del sistema que se le está viniendo encima “¡con toda!”, como dicen los jóvenes ahora. Es increíble, nuestros estamentos sociales y políticos parecieran sentirse más cómodos con un alcalde que roba, que con uno que les saca los trapos al sol y les escupe en la cara su extracción revolucionaria y marginal, ni siquiera los medios de comunicación se lo aguantan.
Tampoco puede uno, a ultranza, defender a alguien tan criticado sin dar ciertas explicaciones o, en mi caso, hacer suposiciones sobre el tratamiento que le ha dado a ciertos temas y el comportamiento que parecería errático frente a álgidas situaciones de conocimiento público. Empezaré por decir, en todo caso, que no se puede esperar del alcalde la misma actitud desabrochada, de pecho al descubierto y lanza en ristre que le vimos como senador, pues lo que en el elíptico puede constituir un debate sin precedentes a nivel acusatorio y mediático, desde el Palacio Liévano el mismo tipo de señalamientos le pueden mermar grandemente la gobernabilidad. En el caso de la gestión distrital, sus resultados se traducen en beneficios a la ciudadanía y no por en la cantidad de leña que le puede haber echado a la hoguera de las polémicas locales.
Razón tienen Felipe Zuleta y María Isabel Rueda en demandar respuestas, por parte de Gustavo Petro, sobre su aparente nexo con los Nule y las coincidencias que se dan al respecto. No creo, por ningún motivo, que el burgomaestre les esté dando el beneficio de la duda a los mencionados rateros de cuello blanco -y menos coadyuvado con ellos- está es tratando de dar la impresión, ante la opinión pública, de que el tema de las contrataciones podría -por la razón que fuera- estar amañado, o manejado de manera des “interesada”, porque la realidad es que sigue dominado y en control de otros carruseles que, como el de los Nule, siguen robándose el erario público a tajadas. Tal actitud agua tibia, en un hombre que nunca la ha tenido, tiene como objeto el de generar cierta confianza que no ahuyente a quienes están montados en el negocio del soborno, las coimas y las mordidas; para eventualmente poderlos atrapar y seguir en el empeño progresista de sanear la administración y dejar mecanismos de defensa internos e institucionalizados contra este flagelo.
Sale Noticias Uno a decir que el agua de Bogotá no es potable y que según los mismos laboratorios del Acueducto aparecen contaminantes orgánicos cuya ingestión es perjudicial para los usuarios. Petro, con razón, replica la escasez de fuentes para hacer tal afirmación y Cecilia Orozco, directora del noticiero, dice que llamaron a confirmar con los funcionarios de la entidad pero que no les contestaron el teléfono, y los acusa de actuar con intencionalidad para poder hacer las denuncias pertinentes en un futuro venidero. Acto seguido -da risa- critican a Petro por asumir mala fe por parte del medio de comunicación y ponen palabras en su boca: “El Alcalde Mayor de Bogotá denunciaría penalmente a quienes irresponsablemente hicieron falsas afirmaciones sobre la calidad del agua en la capital”.
Igual Daniel Coronell, solidario con sus excompañeros de trabajo, ante la falta de pruebas contundentes se traba en una discusión por twitter con el Alcalde en la que termina dándole consejos, no pedidos, sobre el uso sabio y tolerante del poder. ¿Él qué va a saber? Además, al escribir: “…usted no es un comandante, es un gobernante…”, “…los bogotanos lo escogieron alcalde, no pastor”, “Y cuídese de las aguas mansas y de las aguas Bravo” trata de acuñar frases ingeniosas, a costa de Petro, quien invita al periodista a tomarse un vaso de agua. Ahí termina la cosa ante la imposibilidad de probar algo tan sencillo como abrir el grifo del agua y mandarla analizar a un sitio competente, tal y como se hace con la orina -digo yo- y a un costo que no debe ser mucho mayor. O sea, ¿nadie en la mesa de redacción de Noticias Uno dijo, elevando el dedo índice: “mandemos a analizar el agua nosotros”? ¿Nadie? O lo hicieron y ante la evidencia de su sonada equivocación no tuvieron más opción que atacar a Petro por la forma en que respondió y no por el contenido. Se hubieran quedado callados porque les salió el tiro por la culata. Deben entender, además, que el Alcalde puede no responder -con la velocidad que los medios quisieran- a todas las preguntas sobre él mismo, su gestión o sus colaboradores, pero está en la responsabilidad de desmentir ipso facto los ataques que ponen en peligro la tranquilidad ciudadana.
Ahora bien, estimado lector, si tiene dudas sobre lo que podría ser un soterrado complot en contra de nuestro alcalde remítase a la entrevista que María Isabel Rueda le hace a Gina Parody en El Tiempo y juzgue por usted mismo. La chica súper poderosa, representante clase 1A, golden extra VIP del establishment, incurre en todos los lugares comunes de la oligarquía y espulga, a escasos siete meses del gobierno Petro, hechos de su administración con el único motivo de crear una distancia política que, si bien ya existe, ella ahonda para tratar de robarle algo de su imagen democrática y popular que tanta falta le hizo a su candidatura en las pasadas elecciones por la Alcaldía de Bogotá. Lo trata de “tirano” que es una palabra explotada, desde tiempos inmemoriales, por la burguesía para tratar de trasladar el miedo de los pudientes, al pueblo.
Dicha entrevista, inclusive, lo reivindica a uno con María Isabel Rueda pues buscó todos los argumentos posibles para que Gina Parody dijera algo positivo de Petro, y nada. Lo descabezó sin piedad. Sacó a relucir todos los argumentos del manejo de la riqueza propios de las clases elitistas, que es: dinero que no está comprometido es despilfarro. ¡Vaya conclusión! Que ella tenga un millón de amigos dispuestos a recibir contratos no quiere decir que Petro los tenga y máxime siendo consciente de que, sin importar el tiempo que le tome, debe cuidarse, ante todo, de las adjudicaciones que es donde las chicas y chicos súper poderosos sí le pueden, de verdad, truncar el curso de su carrera política. Desde su cómodo pedestal y acomodándose el cinturón que le regalaron Batman y Robin, Super Power Parody repitió lo que todos dicen -otro lugar común- y es que: Petro es intolerante a la crítica. Nada más absurdo. Lo que pasa es que vivimos en un país en que los funcionarios públicos se desviven por quedar bien ante los medios de comunicación. ¿Al fin aparece uno que decide no pasarse el día hablando con Julito, Dariito y Francisquito que piensa sus respuestas, que opta por no contestarlo todo y, eso, nos parece inadmisible?
Hay mucha tela de donde cortar. No digo más porque me han advertido que voy a perder lectores por escribir tan largo. Lo que no puedo dejar de mencionar es que Petro -estoy seguro- aprendió de los errores de Antanas Mockus, quien se resignó a perder gobernabilidad y ocultó sus deficiencias sacando a la calle elefantes, cebras y payasos de su circo de bolsillo; y -con una supuesta clarividencia inspirada por el pueblo- dejó todo tirado para perseguir la Presidencia de la República.
Como Alcalde, Petro sabe que esta puede ser su última lucha, pero la va a dar, cueste lo que cueste, para cumplirle a los bogotanos y hacer más vivible la ciudad. Le hubiera gustado hacerlo con Daniel García Peña de su lado, pero éste último no entendió que, en lo que al cambio de gabinete respecta, prefirió buscar la comprensión del amigo que cualquier eventual señalamiento por favoritismo. Al fin y al cabo ese es el tipo de sacrificios que hacen los verdaderos amigos. Que fue que le debió advertir, de antemano, dijo el internacionalista realizando la suerte de la doble estocada que casi le saca un ojo: la de defender a su esposa y al tiempo renunciar a su cargo. ¿Alguna otra explicación?
Valga preguntarle a los bogotanos: ¿Cuándo habíamos tenido un alcalde que hiciera tantos esfuerzos por no defraudarnos? Peñalosa, tal vez, y le pagamos no volviendo a votar por él. Petro no espera nada a cambio, por eso va a ser difícil amilanarlo o, en últimas, derrotarlo. Su pellejo desnudo, por voluntad propia, está expuesto a los alambres de púas que, consuetudinariamente, siguen protegiendo a los verdaderos poderosos y que se sienten amenazados por sus actos de valor que, con cortafuegos en mano, se les está metiendo al rancho.
Candidatos Revertrex
Se avecinan las elecciones para la Alcaldía de Bogotá y los candidatos trotan, caminan barrios enteros, escalan hasta el tugurio más alto, montan bicicleta, nadan en el río Bogotá y se ven estupendos en la prensa y la televisión; no les pasan los años. Blanco es gallina lo pone: están usando Revertrex.
Revertrex es un compuesto que rejuvenece a las personas; y, repito: las rejuvenece, no las vuelve más inteligentes, ni más talentosas, ni mejores administradores públicos; les quita las arrugas y eso basta para plancharles el ego y que se sientan de quince. Dice en la etiqueta que tiene uñas de gato, ojos de murciélago, lagañas de mico, fresas con crema y fluidos vaginales de diva. Su modo de empleo es muy sencillo: tomar una tableta por cada diez años que se quiera quitar el paciente, decir el sortilegio secreto (que le llega diariamente a su correo electrónico) y cruzar los dedos.
Estas instrucciones ya hacen parte de la rutina de los siguientes candidatos que buscan el remozamiento de su imagen pública por razones que en este escrito se plantean y analizan con rigurosa profundidad:
Enrique Peñalosa: Lo toma hace tres meses y ya le creció el medio dedo que le faltaba. No quiere que se le note, en el ceño ni en la frente, la frustración de haber perdido sus electores y que le haya tocado tragarse sus aspiraciones a la Presidencia de la República. Necesita también flexibilizar las piernas y alertar los reflejos para no caerse en los andenes que mandó subir pero que nunca mandó nivelar, ni rellenar. El Revertrex se lo regalaron sus amigos: los dueños de los parqueaderos; el pastillero, con los días de la semana, se lo regalaron los proveedores de bolardos. No debería tomarse más de tres tabletas al día porque, a veces, se parece a esos excampeones de boxeo a los que se les pasó su cuarto de hora pero deciden, en un asomo de vitalidad, volver a pelear por el título de su categoría. Para el efecto, contratan un nuevo manager -en este caso el Presidente Uribe- para que les pase un baldecito donde escupir y les arregle las peleas.
Antanas Mockus: No se toma sino media tableta cada dos días, porque sólo quiere verse como antes de perder las elecciones a la Presidencia, contra Juan Manuel Santos, el único candidato que, como él, habla en lituano; y olvidar, de paso, que durante un par de semanas, en el pico más alto de las encuestas, alcanzó a ilusionarse con llevar a Palacio a Tola y Maruja. Él sabe que para ganar por tercera vez la Alcaldía de Bogotá basta ser mejor candidato que Samuel Moreno, cosa que no tiene mucha gracia; lo que le preocupa es si podrá ser mejor candidato de lo que él mismo ha sido y, eso, ya es más difícil. El Revertrex es también para evitar la flacidez de las nalgas, pues no sabe en qué momento le toque volver a mostrarlas, son su par de ases bajo la manga del pantalón.
Carlos Fernando Galán: Compra el Revertrex en secreto y usa las tabletas de supositorio para que tengan el efecto contrario. Necesita ponerse años, con todo y eso es difícil que dejen de verlo como el treinta y tres por ciento de la herencia de Galán; o sea tiene la tercera parte de su carisma, o menos, la tercera parte de su denodado entusiasmo y la tercera parte de su pasión; tiene también genes de César Gaviria reflejados en su cara de niño, de Juan Lozano en su barba desordenada y de Germán Vargas en su filiación política, es como una especie de Frankenstein político: el resultado de una fórmula de laboratorio que, para completar, comparte con sus hermanos. No tiene nada propio, hereda los pantalones de Juan Manuel y las camisas de Claudio, su imagen necesita un verdadero cambio radical.
Gustavo Petro: Es el candidato que más compra la milagrosa droga, inclusive ha desviado fondos de la campaña para adquirirla en cantidades industriales y dársela a Bogotá. Su afán es el de deshacerse, de una vez por todas, de las viejas mañas que fortalecidas por Samuel Moreno han borrado con el codo lo que Mockus y Peñalosa hicieron a pulso. Petro es el hombre para remozar la ciudad por dentro y por fuera, tiene el talante para encarar a las mafias y la firmeza de carácter para hacer respetar los derechos de la ciudadanía. Petro desafía la necedad, la corrupción, el abuso de los mandos medios, las mordidas, los carruseles, los transportadores privados; en resumidas cuentas es un hombre con más de un metro de frente.
David Luna: Toma Revertrex por disciplina de Partido. Los liberales están en un periodo serio de reencauche. Apoyar a Luna es jugársela por las nuevas generaciones, distraer la atención de la corrupción, de la infiltración del paramilitarismo, del clientelismo y de los turbantes de Piedad Córdoba. Es también apoyar el medio ambiente, uno de los temas principales del joven candidato, porque Bogotá debe ser más sana y con un aire más limpio. Debe empezar a descontaminarse, como el Partido y renovar el abono de la nueva simiente liberal.
Aurelio Suárez: Le dio Revertrex a sus publicistas, pero se le fue la mano. Por eso, no tienen ni idea de ¿Quién es Aurelio? Y así lo expresan en su campaña: ¿Será Peñalosa? ¿Será la Chica Superpoderosa? ¿Será Petro? ¿Será Transmilenio? ¿Será Monserrate? ¿Será la salud? ¿Será la construcción? ¿Será Mockus? ¿Será Jorge Eliécer Gaitán? Y, la verdad, Aurelio es: ¡Todos los anteriores! Es el más preparado, el más estudioso, el menos politizado y el más honesto. Es una lástima que sea del Polo. Esperamos que los electores puedan evaluar al Candidato, haciendo caso omiso del presunto y muy seguro prevaricador Samuel Moreno; y que voten por alguien que puede seguir la contundente labor de Clara López, quién, en un par de meses, le ha devuelto a Bogotá por lo menos su autoestima.
La verdad es que, salvo Gina Parodi que si tiene los diecisiete años que aparenta, todos los demás se pegaron a la moda del Revertrex, como sucedáneo temporal del Botox y las cirugías estéticas; procedimientos éstos que ya le hacen falta a Jaime Castro, Alcalde de Bogotá durante la época oscurantista del apagón y Ministro de Gobierno, de Belisario Betancur, por las épocas en que Samuel Moreno tenía un bar llamado La Rockola y le pedía a sus meseros, olímpicamente, comisión por las propinas.
Gina’s Number One Fans
El club de fans de Gina Parody se reúne los jueves por la tarde en El Nogal. Son coleccionistas de gafas, usan corbatas Hermès y tienen como regla general no escuchar La luciérnaga, por lo que evitan cualquier contacto radial vespertino. En el selecto grupo sólo hay una mujer, su vocera: Sandra Teresa Carreño Urdinola pero “Me pueden decir Sandy, a secas, así como suena.”
Sandy es la viva imagen de la exparlamentaria y candidata a la Alcaldía de Bogotá, se ondula una pizca el cabello, se prohíbe utilizar palabras como "putativo", o "encoño", y habla alargando las vocales abiertas y apretando las piernas, por eso suena, a veces, como la que reparte las toallas en un baño turco. Fue campeona de debates en el colegio, presidenta del curso y distinguida en el anuario como “la alumna con más posibilidades de lograr el éxito.” Su palabra preferida es: Harvaaard, y se las ingenia para utilizarla tanto en conversaciones con la servidumbre, como con los caddies cuando juega golf. Es, a todas luces, una muchacha inquieta; por eso se empeñó en aprender, al derecho y al revés, quién es Rudolph Giuliani, semanas antes de que aterrizara en Bogotá.
Estudiante de ciencias políticas de la Universidad de los Andes, a Sandy básicamente dos cosas le han cambiado el rumbo a su vida: haber perdido la virginidad con un acucioso militante del Partido de la U y haber estado un semestre, de intercambio, perfeccionando el inglés en Nueva York. Por eso y por dar un par de ejemplos, para ella Ciudad Bolívar debe ser como el Bronx y el fondo del río Bogotá debe ser como el del East River, del que sacan en un mismo dragado desde cadáveres, colchones y peces deformes hasta armas oxidadas y carrocerías de buses. Una vez dijo, con cierta inocencia, que siempre que pasa frente a las pescaderías, de la 4ª con avenida 19, se siente como en la estación del metro de la calle 125, en Harlem. El caso es que –haciendo caso omiso de lo meramente anecdótico– para ella es muy claro que nuestra capital ya tiene los grandes problemas de las mega urbes y que cualquier asesoría experta es bienvenida pero, con todo y eso, está convencida de que a Gina, su alter ego y amiga, no le conviene que Giuliani venga a Bogotá.
Una tarde, por los días en que estudiaba este asunto, se la encuentra en el baño de mujeres del club, las dos haciendo lo mismo, cada una en su cubículo, sentadas pero inclinadas hacia adelante para no apoyarse mucho en la fría cerámica; afuera, por las escasas ventanitas de ventilación, se escuchaba un radio sintonizado en una emisora cristiana que decía: "Cualquier cosa que estés haciendo entrégasela al Señor, nuestro Dios." Sandy reconoce a Gina por los calzoncitos que, a la altura de los tobillos, alcanzan a mostrar el estampado de las chicas superpoderosas y le dice emocionada:
+ Amiguis, hooooooola ¡qué lindos zapatos! ¿sabes? pienso que no deeebes traer a Giuliani. No es lo tuyo. ¿Almorzamos y te explico? + A lo que la candidata responde, mientras hace un triangulito con el papel higiénico antes de usarlo:
+ ¡Sandy Caaandy! ¿cómo van mis fanaaaatics? pásame un memo, sobre lo de Giuliani, y lo analizamos en el Interactive Candidate Profile and Media Task Force Group, que se reúne pasado mañana en Andrés D. C. Chao Baa-aaby. + Apuró el paso para no encontrársela de frente, no quería ser mucho más directa con ella. La decisión de traer a Giuliani, como asesor en seguridad, estaba tomada.
Héroe de las duras jornadas posteriores al 9/11 y reconocido por haber reducido el crimen de Nueva York en un 65%, Rudolph Giuliani vino, vio y venció; dijo lo mismo que ha repetido alrededor del mundo, desde que se volvió conferencista internacional, y dejó la impronta de su gozosa personalidad pese al poquísimo tiempo que se quedó en Colombia.
A la postre, Sandy tendría razón, porque la visita relámpago de tan reconocido asesor ha dado más para suspicacias que para claridades; tal como lo advirtió en el memo dirigido a la campaña y que nadie nunca leyó porque ¿qué va a saber una groupie que pega el sobre con la calcomanía de la Mujer Maravilla?
“Me dirijo a ustedes con una preocupación legítima. […] Peñalosa es el hombre de la bicicleta, Mockus el bufón inteligente, Petro el frentero, Galán el hijo de Galán, Luna el joven liberal, Araújo el viejo conservador, Castro el ladrilludo anciano y Gina, nuestra Gina, es la chica play, por lo que no es absurdo afirmar que comparte los votos estrato seis con Peñalosa, salvo los del Country Club que sí son todos de ella. O sea que, básicamente, nuestra candidata ya tiene los votos de los que conocen a Giuliani, de los que saben a ciencia cierta cómo y cuánto redujo la criminalidad en Nueva York; los demás lo vieron disfrazado de bombero cuando cayeron las torres gemelas y, eso, aunque multiplica exponencialmente su recordación, también la distrae de sus verdaderas habilidades como burgomaestre, […] por lo que su visita puede adquirir un tinte sensacionalista. […] Y está lo otro: un conferencista que cobra seiscientos millones de pesos ($600.000.000.oo) por asesorar a un candidato ¿quién nos va a creer que no es lo que le vamos a pagar? ¿y si nos lo creen? ¡peor! porque los votantes potenciales pensarán que hay gato encerrado. No podemos entregarle zipote “papayazo” a los medios: Gina Parody como futura alcaldesa empezaría, ya, con la carga de que dispone de una suma que sólo dos o tres bogotanos y la mayoría de los narcotraficantes, han visto junta y eso genera una antipatía muy grande por parte de los verdaderos votantes: los habitantes que ganan dos sueldos mínimos para abajo.
Hasta aquí los apartes importante del mentado memorandum. Lo demás son consejos a la candidata para animarla a buscar sus votos al sur de la calle 72, donde no los tiene; y buscando la asesoría de figuras cuyo apoyo a Bogotá es indiscutible como Martha Senn o Royne Chávez. Después del punto final, Sandy garabatea con marcador verde luminoso las letras: xoxoxxxo y firma a nombre de los 8 miembros de su grupo de los jueves: Gina's Number One Fans.
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