Fabio Lozano Uribe

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Porfirio Barba Jacob

Corazón

Tú, corazón florido,
rojo fanal en mi pecho encendido,
coágulo bermejo, rosa de pasión;
tú, mi corazón, un día serás viejo.

Tu ritmo de onda
de soplos de brisas de huertos de abril,
tu olor de esencia de fronda,
tu triste amor, tu ímpetu pueril,

todo lo apagará con mano blanda
el tiempo, de quien eres un cautivo;
y yacerás en cárcel miseranda,
arcón exhausto, muerto supervivo.

Y tu melodía interna,
tu lúbrico ardor extraviado,
tu ronco són de cisterna,
ya entonces habrán pasado.

Ah, corazón florido,
rojo fanal en mi pecho encendido,
coágulo bermejo, rosal de pasión...
Ah, mi corazón...
Ah, mi corazón...


Futuro

Decir cuando yo muera... (¡y el día esté lejano!):
soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era una llama al viento...

Vagó, sensual y triste, por islas de su América;
en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;
la tierra mexicana le dio su rebeldía,
su libertad su fuerza... Y era una llama al viento.

De simas no sondadas subía a las estrellas;
un gran dolor incógnito vibraba por su acento;
fue sabio en sus abismos –y humilde, humilde, humilde-
porque no es nada una llamita al viento...

Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,
que nunca humana lira jamás esclareció,
y nadie ha comprendido su trágico lamento...
Era una llama al viento y el viento la apagó.


Canción de la Vida Profunda

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar...
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría...
La vida es clara, undívaga y abierta como un mar...

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en Abril el campo, que tiembla de pasión;
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de obscuro pedernal;
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
-¡niñez en el crepúsculo!, ¡lagunas de zafir!-
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír...

 Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer;
tras de ceñir un traje y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, 
como en las noches lúgubres el llanto del pinar;
el alma gime entonces bajo el dolor del mundo, 
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar. 

Mas hay también, ¡oh Tierra!, un día... un día... un día
en que levamos anclas para jamas volver;
un día en que discurren vientos ineluctables...
¡Un día en que ya nadie nos puede retener!


Mi Vecina Carmen

Esta noche tengo miedo de estar solo... Entre la sombra,
un fantasma de ultramundo sigue mi paso, veloz...
Me parece que se acerca, que me palpa, que me nombra...
Esta noche tengo miedo de estar solo... Entre la sombra
leves rumores semejan un suspiro y una voz...

Todos en el barrio saben la historia de mi vecina:
¡Ingenua, fragante historia de ardorosa juventud!
Por sus cabellos profusos y por su carne ambarina...
Todos en el barrio saben la historia de mi vecina,
que, nevada y sonriente, reposa en el ataúd...

Esta noche tengo miedo de estar solo. Me acongoja
el recuerdo aún no lejano de un drama del corazón...
Eran sus manos tan ávidas, era su lengua tan roja...
Esta noche tengo miedo de estar solo. Me acongoja
el ritmo precipitado de mi propio corazón...

Caía en sombras la tarde cuando murió mi vecina...
En la sala de su casa destella un foco de luz...
Están rezando el rosario... Y una comadre ladina,
la que pasaba las horas riñendo con mi vecina,
reza más alto que todas, puestos los brazos en cruz...

¡Carmen, diabólica y santa! Sus grandes ojos extraños,
atrevidos y falaces, humillaron mi candor;
el bálsamo de sus besos ungió mis veintidos años...
¡Era tan bella y tan rara! Y entre sus bucles castaños
dormí dos noches azules -¡dos noches no más!- de amor...

Y hoy que ha muerto, tengo angustia de estar solo: hay un rumor
de oraciones en el aura que llega quedo, muy quedo...
¡Que abran la puerta!... ¿Hace luna? Tengo frío... tengo miedo...
Me parece que de pronto viene a turbarme su voz...


Parábola del Retorno

Señora, buenos días; señor, muy buenos días...
Decidme, ¿es esta granja la que fue de Ricard?
¿No estuvo recatada bajo frondas umbrías?
¿No tuvo un naranjero, y un sauce, y un palmar?

El viejo huertecito de perfumadas grutas
donde íbamos... donde iban los niños a jugar,
¿no tiene ahora nidos y pájaros y frutas?
Señora, y ¿quién recoge los gajos del pomar?

Decidme, ¿ha mucho tiempo que se arruinó el molino
y que perdió sus muros, su acequia, su pajar?
Las hierbas, ya crecidas, ocultan el camino.
¿De quién son esas fábricas? ¿Quién hizo puente real?

El agua de la acequia, brillante y fresca y pura,
no pasa alegre y gárrula cantando su cantar;
la acequia se ha borrado bajo la fronda oscura,
y el chorro, blanco y fúlgido, ni riela ni murmura...
Señor, ¿no os hace falta su música cordial?

Dejadme entrar, señores... ¡por Dios! Si os importuno,
este precioso niño me puede acompañar.
¿Dejáis que yo le bese sobre el cuello bruno
que enmarca, entre caireles, su frente angelical?

Recuerdo... Hace treinta años estuvo aquí mi cama;
hacia la izquierda estaban la cuna y el altar...
Decidme, ¿y por los techos aún fluye y se derrama,
de noche, la armonía del agua en el pajar?

Recuerdo... Eramos cinco... Después una mañana,
un médico muy serio vino de la ciudad;
hizo cerrar la alcoba de Tonia y la ventana...
Nosotros indagábamos con insistencia vana,
y nos hicieron alejar.

Tornamos a la tarde, cargados de racimos,
De piñuelas, de uvas y gajos de arrayán.
La granja estaba llena de arrullos y de mimos:
¡y éramos seis! ¡Había nacido Jaime ya!

Señora, buenos días; señor, muy buenos días.
Y adiós... Sí, es esta granja la que fue de Ricard,
y éste es el viejo huerto de avenidas umbrías,
que tuvo un sauce, un roble, zuribios y pomar,
y un pobre jardincillo de tréboles y acacias...

¡Señor, muy buenos días! ¡Señora, muchas gracias!