Soneto Sentimental
Quella ond’io aspetto il como e il quando
del dire e del tacer
(Paradiso XXI)
Eres el cuándo, el dónde y el porqué.
La respuesta final enardecida
a mi pregunta de toda la vida.
Lo que es, lo que será y lo que fue.
Si hacia otro instante avanzo el pie,
si viajo a una ciudad entredormida
si la súbita estrella aparecida:
eres el cuándo, el dónde y el porqué.
Si me llevo la mano hacia la herida,
si ocupo este planeta y este día
y oye mi frente una palabra fiel,
si confundo llegada y despedida,
si en mis venas el tiempo desvaría:
eres el cuándo, el dónde y el porqué.
El Otro
Se desprendía la tarde de la tierra.
Me despedí de mí. Me di la mano.
Me quedé en la ventana
mirándome partir.
Volví a mirar de pronto:
estaba en la ventana
abierta hacia el Poniente
en donde ya no estás.
Me fui. Me dejé solo en la ventana.
Y suspiré por mí: solo. Perdido. Lejos.
Y seguí andando sin saber a donde.
Y no volví de nuevo la cabeza
pues no está bien que así no más un hombre
se eche a llorar.
Me fui pensando que quedaba solo
en la ventana: triste,
sin mí, sin ti, sin nadie.
Abandonado.
Ya para siempre estoy lejos de mí.
Soneto a Teresa
Teresa, en cuya frente el cielo empieza,
como el aroma en la sien de la flor.
Teresa, la del suave desamor
y el arroyuelo azul en la cabeza.
Teresa, en espiral de ligereza,
y uva, y rosa, y trigo surtidor;
tu cuerpo es todo el río del amor
que nunca acaba de pasar, Teresa.
Niña por quien el día se levanta,
por quien la noche se levanta y canta,
en pie sobre los sueños, su canción.
Teresa, en fin, por quien ausente vivo,
por quien con mano enamorada escribo,
por quien de nuevo existe el corazón.
Es Melancolía
Te llamarás silencio en adelante.
Y el sitio que ocupabas en el aire
Se llamará melancolía.
Escribiré en el vino rojo un nombre:
El tu nombre que estuvo junto a mi alma
sonriendo entre violetas.
Ahora miro largamente, absorto,
esta mano que anduvo por tu rostro,
que soñó junto a ti.
Esta mano lejana, de otro mundo,
que conoció una rosa y otra rosa,
y el tibio, el lento nácar.
Un día iré a buscarme, iré a buscar
mi fantasma sediento entre los pinos
y la palabra amor.
Te llamarás silencio en adelante.
Lo escribo con la mano que aquel día
iba contigo entre los pinos.
Soneto con una Salvedad
Todo está bien: el verde en la pradera,
el aire con su silbo de diamante
y en el aire la rama dibujante
y por la luz arriba la palmera.
Todo está bien: la frente que me espera,
el agua con su cielo caminante,
el rojo húmedo en la boca amante
y el viento de la patria en la bandera.
Bien que sea entre sueños el infante,
que sea enero azul y que yo cante.
Bien la rosa en su claro palafrén.
Bien está que se viva y que se muera.
El sol, la luna, la creación entera,
salvo mi corazón, todo está bien.