Fabio Lozano Uribe

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Gustavo Adolfo Bécquer

Rima XLII

Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de dónde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma.
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor.... Con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.


Rima LIII

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día... 
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar; 
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!


Rima XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?


Rima XI

—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.

—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!


Rima IV

No digáis que, agotado su tesoro, 
de asuntos falta, enmudeció la lira; 
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas, 
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista, 
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías, 
mientras haya en el mundo primavera, 
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida, 
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista, 
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dónde camina, 
mientras haya un misterio para el hombre, 
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma, 
sin que los labios rían; 
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila; 
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan, 
mientras haya esperanzas y recuerdos, 
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran, 
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira, 
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas, 
mientras exista una mujer hermosa, 
¡habrá poesía!