Querido Marzo...
Querido marzo –– ven ––
qué contenta estoy ––
esperaba que vinieras antes ––
deja tu sombrero ––
caminaste mucho ––
quedaste sin aliento ––
querido marzo, cómo estás, y los otros ––
dejaste bien a la naturaleza ––
marzo, ven subamos juntos la escalera ––
tengo tanto que decirte ––
recibí tu carta y los pájaros ––
los arces nunca saben que llegas –– hasta que llamo
yo declaro –– que sus caras se pusieron rojas ––
pero perdóname marzo –– y
para esas montañas que me dejaste ––
no hallé un púrpura adecuado ––
te lo llevaste todo ––
¿quién golpea? Es abril.
Cierra la puerta ––
no quiero que me persigan ––
quedó un año ausente y llegó
cuando estoy ocupada ––
pero estas bagatelas parecen triviales
en cuanto has llegado
ese reproche es tan querido como el elogio
y el elogio tan mero como el reproche ––
Dos Mariposas...
Dos mariposas salieron al mediodía ––
y bailaron sobre una granja ––
luego volaron a través del firmamento
y se posaron, sobre un reflejo ––
luego –– juntas avanzaron
sobre un brillante mar ––
aunque nunca, en ningún puerto ––
su llegada –– mencionada fue ––
si el distante pájaro de ellas habló ––
si halladas en etéreo mar
por fragata o barca mercantil ––
ninguna noticia –– me llegó –– a mí ––
Hay una Languidez...
Hay una languidez de la vida
más inminente que la pena ––
es sucesora de la pena –– cuando el alma
ha sufrido todo lo que puede ––
una somnolencia –– difusa ––
un ofuscamiento como una neblina
envuelve la conciencia ––
una neblina –– que oblitera un despeñadero.
El cirujano –– no se inmuta frente –– al dolor ––
su hábito –– es severo ––
pero dile que ha cesado de sentir ––
la criatura que yace ahí ––
y te dirá –– la técnica tardó ––
alguien más poderoso que él ––
ha oficiado antes ––
no hay vitalidad.
Si Vinieras...
Si vinieras este otoño,
espantaría el verano como una mosca
barrida por el ama de casa,
con una sonrisa desdeñosa.
Si pudiera verte dentro de un año,
devanaría los meses en ovillos ––
con un cajón para cada uno,
y no se confundan los números ––
si no fuera un problema de siglos,
yo los sustraería de mis dedos,
hasta verlos caer
en la tierra de Van Dieman.
Si yo supiera que después ––
existiríamos, todavía tú y yo,
lo arrojaría como una corteza,
y elegiría la eternidad ––
pero ahora ignorando
el tiempo que durará este intervalo,
me aguijona, como la espectral abeja ––
que no anuncia –– su aguijón.
Poemillas
Verla es un cuadro ––
oírla es una melodía ––
conocerla una intemperancia
inocente como junio ––
no conocerla –– una aflicción ––
tenerla de amiga
un calor tan cercano como si el sol
brillara en la mano.
–– –– ––
El que no haya encontrado el cielo –– abajo ––
no lo encontrará arriba ––
pues los ángeles rentan la casa vecina,
dondequiera que nos mudemos ––
–– –– ––
Algunas veces con el corazón
raras veces con el alma
escasamente con la fuerza
pocos –– aman.
–– –– ––
Una pradera puede hacerse con un trébol y una abeja,
un trébol, una abeja,
y ensueño.
El ensueño basta
si son pocas las abejas.
–– –– ––
No me dejes sediento con este vino en mis labios,
ni mendigar con dominios en mi bolsillo ––