
DESDE EL ANDAMIO
Dos cosas son fastidiosas de los columnistas actuales: la facilidad con que hablan de sí mismos y la extrema seguridad con que afirman sus ideas, como si las cincelaran en mármol. Personas de más alto vuelo se han cuidado de ambas prepotencias: han cambiado el “yo” por otros subterfugios de la lengua -¡que los hay!- y nombran con minucia sus fuentes, sin soslayar su importancia; con la aceptación, noble y humilde, de que, entre todos, vamos atado cabos en la urdimbre del conocimiento. Aquí, una selección de las columnas escritas por Fabio Lozano Uribe, en el periódico El Espectador, hasta la muerte de Guillermo Cano su editor y maestro; y quien harto le dejó entre el tintero.